Sigo sin entender por qué se celebran los cumpleaños: si porque se ha vivido un año más, o porque se vivirá un año menos. De todas maneras, esta celebración se ha convertido en una costumbre en todos los rincones de la tierra. Falta ver si los marcianos y los seres de otros mundos, que dicen que existen, celebrarán también sus aniversarios de nacimiento.

Y se ha generalizado tanto este tipo de celebraciones que, cuando no hay torta y champaña y japis verdes y bombas y aplausos, el cumpleañero se siente acongojado, triste y al borde del suicidio.

De manera que es una obligación hacer que el cumpleañero se sienta bien en este día, que sepa que su familia y amigos no lo han olvidado. Hay que darle palmaditas en el hombro y abrazos y besos, según sean las circunstancias.

De los nacidos en este mes dicen que son virgos.Tal vez sea cierto, pero esta gente tiene algunas características especiales: son estudiosos, de cabeza brillante (aunque no sean calvos), sobresalientes en sus respectivas actividades y se hacen querer, sobre todo de los del sexo opuesto, aunque ahora en eso de los sexos se ha formado tan gran confusión, que uno ya no sabe quién es quién, así esté cumpliendo años. Ya no se puede hablar de sexos opuestos y entonces vienen las equivocaciones.

Hablo de cumpleañeros, porque hay meses donde se amontonan las fechas de nacimiento de los amigos. Y entonces uno se ve a gatas para darles regalo a todos. Septiembre es uno de esos meses en que se aumentan unos kilitos de más por tanta torta, y la barriga crece y ganan el pastelero y el sastre porque toca mandar anchar los pantalones y arreglar las camisas.

En la Academia de Historia, por ejemplo, este es un mes de mucha celebración. Cumplen años varios ilustres académicos, que, sumados, dan un montonón de siglos, y eso nos complace porque dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Recordamos este mes, por ejemplo, a los cumpleañeros José Cuadros Suárez, ejemplo de estudio y dedicación santanderistas; a Luis Eduardo Lobo Carvajalino, expresidente de la Academia y ex rector de  varias universidades; José Antonio Amaya Martínez, actual vice de la academia, pedagogo de vasta trayectoria y escritor consumado; Iván Vila Casado, expresidente de la Academia y uno de los pesos pesados de la universidad Libre, y Pablo Emilio Ramírez Calderón, expresidente también de la Academia, escritor y médico de merecida fama, dentro y fuera del país.

De modo que, a finales de mes, tiraremos la casa por la puerta para reunirnos con ellos y decirles que los apreciamos mucho y que ellos son parte esencial de la Academia de Historia de Norte de Santander. Y aunque sea sin vino y sin torta, les manifestaremos el cariño y la gratitud que por ellos profesamos. Y, por favor, que nadie pregunte cuántos años lleva encima cada uno de ellos.