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Conversación en el pesebre
La noche estaba estrellada y tiritaban los astros a lo lejos.
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Jueves, 14 de Diciembre de 2023

-Buenas -saludó la burra, entrando a la pesebrera, con voz cansada pero alegre. La noche estaba estrellada y tiritaban los astros a lo lejos. Un viejo buey rumiaba pasto y pensamientos en el fondo del establo. Aquella visita lo sorprendió profundamente: “¿Quién era el atrevido que interrumpía su descanso a estas horas?”.  No ocultó su mal genio:

-¿Qué tienen de buenas?

-Mucho -dijo la burra-. Esta noche es nochebuena.

-Para mí todas las noches son iguales: largas, monótonas, calladas y frías.

-Pues hoy va a ser distinto. Será la noche de tu vida. Y si te portas bien, pasarás a la historia de la humanidad.

-Já. Mi historia es la misma de siempre: arar loa campos de día y descansar de noche, si no llegan intrusos.  Bueno ¿y quiénes son ustedes?

María, barrigona, ya se había recostado en una de las canoas donde comen los animales.  José, solícito, le acomodó las pajas de heno, le quitó las sandalias, le dio un beso en la frente y se dispuso a recoger boñigas.

-Somos la sagrada familia -respondió la burrita, dándose sus ínfulas.  

-¿Sagrada familia? -por primera vez sonrió el buey-. Lo sagrado está en las iglesias. Esto es un establo, un refugio para animales- los bueyes tiene fama de ser sabios, lentos y meditabundos.    

La historia era larga. La burra, inquieta, iba de un lado para el otro.

-¿Te puedes quedar quieta? Me desesperas. Mañana tengo que madrugar a trabajar y no me dejas descansar.

La burrita se acercó al buey y, aprovechando que María y José se habían adormilado, empezó a contarle al buey lo sucedido. Los animales no necesitan palabras para comunicarse entre sí, pero se comunican y se entienden.

-Venimos desde Nazareth -comenzó la burra, dicharachera, alegre, jovial.

-¡Santo cielo! ¿Desde tan lejos, a pata?

-No me interrumpas. El señor se llama José y es carpintero: hace mesas, taburetes y escaparates. No muy fino, pero de eso vive la familia. Ella se llama María y según escuché, quedó embarazada del Espíritu Santo.  

-No entiendo…ella es la esposa de José, pero ¿la embarazó un espíritu?

-Nunca lo entenderás, por sabio que seas.

-Pero es muy bonita -dijo el buey mirando de reojo a la joven mujer.

-Bonita y llena de gracia. Es un encanto de mujer. Es algo divino.

-Pero llegar a hospedarse en una pesebrera, no dice muy bien de ellos. Deben estar en la carramplana.

--A ver, a ver, amigo buey. Primero, todos los hostales de Belén están copados.

-¿Por la Nochebuena?

- No, hombre, perdón, animal. Por el censo que se inventaron los romanos. Cada uno debe registrarse en su ciudad y a nosotros nos tocó en Belén de Judá. Y segundo, somos una familia humilde. La humildad es una virtud que pocos tenemos.

-Me inquietas con tus discursos. Los burros, burros son. Pero dime: ¿quiénes son esos obreros y qué es lo que hacen?

-No son obreros. Son ángeles que están instalando las luces para cuando llegue el nacimiento.

- Cada vez entiendo menos. ¿Ángeles de verdad? ¿Cuál nacimiento?

-¡Claro! Ángeles del cielo que quieren convertir esta pesebrera en un verdadero pesebre. A la media noche nacerá el Niño y entonces se prenderá la rumba en todo el universo.

-¿Y quién es ese niño?

-El Niño Dios. Lo dicen las escrituras.

-A ver, burra, no me mames gallo. ¿Estás diciendo que dentro de pocas horas nacerá aquí en esta humilde choza el hijo de Dios?

-Tal cual.

-¡Ay, Dios! Me va a dar un yeyo.

-¿Estás bien, buey?

-Salvo mi corazón, todo está bien.

(Esta historia continuará)

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