Ayer por las redes, un copartidario del oro puro, me llamo “mamerto”. Un comentario despectivo que siguió a un recorte de prensa del año 66 que recordaba una protesta estudiantil que se nos salió de las manos y que hicimos en la Plaza de Bolívar en Manizales.
Todo el ciclo existencial del Conservatismo, internamente ha estado de un lado al otro como el péndulo, entre los reaccionarios confesionales y los humanistas del progresismo. Dos enfoques, dos talantes, dos estilos, que cuando se desvanecen como ahora, hacen que el partido se esfume. Dos talantes, además, que siempre lo revitalizan en la medida en que es más fuerte el caudillismo. Pero en lo fundamental, como decía Álvaro Gómez Hurtado, queda la línea inmutable de los principios.
Sí porque el partido Conservador tiene como fundamento la defensa de las Libertad del hombre, es decir la lucha contra los poderes absolutos, que surgen y se repiten en toda sociedad. Como decía Juan Diego Jaramillo, lo importante es que el partido vigile, esos poderes absolutos, los frene y los destruya cuando fuere necesario. Porque esos poderes absolutos pueden alcanzar el Estado, como la burocracia que corrupta nos está asfixiando, o la guerrilla que estamos destruyendo dialogando, o la delincuencia organizada que solo se extingue con la coerción de la fuerza pública, la mafia, los monopolios, los sindicatos sanguijuelas, los gremios, las sectas religiosas y las otras, e increíblemente a veces los medios.
El copartidario que me llamo mamerto, no debe ignorar estos principios, que son los mismos que practicamos todos, pero que miramos con distinta lupa, sin dejar de ser conservadores. Una lupa Humanística como la de Gilberto Alzate Avendaño, que hizo su tesis de grado muy joven sobre el origen del sindicalismo y se remontó a las “gildas”, que lideró el paro de choferes de Manizales y casi cae en la masacre y fue causa de la Indagatoria más famosa de Colombia.
No debe ignorar tampoco el libro más importante que escribió Álvaro Gómez Hurtado, con la concepción de la nueva historia de Colombia, tan importante como la de Indalecio Liévano Aguirre, “La Revolución en América”, del primer Festival del Libro de 1958, que lo llevó a afirmar: “El fenómeno revolucionario: una vez que la revolución se cumple, deja de ser, se extingue, por agotamiento de sus objetivos, porque pierde su razón de existir, pero persiste en una nueva revolución. Es nuestra forma contradictoria de sobrevivir, para autoaniquilarse”.
No se debe Ignorar tampoco el enfoque progresista conservador de Belisario Betancourt Cuartas, que en 1962 se hizo famoso con su ensayo publicitado; “Confesiones de un Inconformista” en el Externado de Colombia y que encabritó la juventud de entonces, citando el dístico de Spengler: “Es preferible morir joven pero rebelde, antes que capitular aburguesándose”.
Mamertos: Alzate, Gómez y Betancourt. ¿O es falta de lectura y solidificación de la cultura?
Adenda: Lo anterior, para significar que defender la Paz, que es de todos los colombianos; implica mucha, pero mucha tolerancia.