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Compromisos éticos
¿Qué deber tenemos quienes atestiguamos este exterminio?
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Miércoles, 8 de Noviembre de 2023

Quiero comenzar ofreciendo una explicación: se supone que debía haber escrito algunas columnas sobre análisis feministas de las candidaturas a la alcaldía de la ciudad antes de las elecciones. Intenté hacerlo. Intenté mantenerme al tanto con sus propuestas, pronunciamientos y sacar algo. No pude hacerlo. Concentrarme en el día a día ha sido muy difícil por el genocidio del pueblo palestino, las noticias de la herida abierta que se ahonda, la sevicia del estado israelí, la complicidad de las potencias del norte y la censura a las voces de rechazo.

¿Cómo continuar ante tal desangre? ¿Cómo escribir, pensar y hablar si no es en función de su condena categórica? No es posible, lo rechazo, niego hacer de esto un panorama. Por ello no pude escribir. O mejor, escribí varias veces con rabia señalando el genocidio, con indiferencia intentando concentrarme sobre lo local, en desorden sin saber cómo empezar y terminar. Decidí pausar y es ahora cuando vuelvo a ustedes.

Voy a decirlo nuevamente: el estado de Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino. No lo digo por capricho o torpeza. No lo digo yo únicamente. El 28 de octubre renunció Craig Mokhiber el, hasta entonces, director de la Oficina de Nueva York del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos quien escribió en su carta de renuncia: “este es un genocidio de manual” llevado a cabo por un proyecto colonizador etnonacionalista cuya finalidad es acabar con los vestigios de vida palestina.

Las más de 2 millones de personas en la Franja de Gaza están sobreviviendo y resistiendo. ¿Y quiénes observamos? ¿Qué deber tenemos quienes atestiguamos este exterminio? ¿Qué compromisos éticos se elevan a quienes observan? Comparto estas preguntas porque como defensora e investigadora de los derechos humanos sé que no es suficiente levantar la voz.

Diariamente, las noticias nos dan cifras de personas asesinadas por los bombardeos y cuando las infancias perdidas comenzaron a resaltar, los reclamos surgieron con más fuerza. Sin embargo, me rehúso a construir mis exigencias basada en ejercicios de sumas o restas, el pueblo palestino no es una cifra, la gravedad del asunto no se reduce a un conteo numérico.

No podemos esperar a que haya un baño de sangre (que ya lo hay) para darle relevancia al asunto. Escribo y pienso que los cuerpos colombianos que han sufrido y resistido a la violencia (para)estatal tienen muchos aspectos en común con los cuerpos palestinos que escapan al horror de las incursiones armadas del ejercito israelí. Este entrecruzamiento, esta imposibilidad del carácter ajeno debe acercarnos para tejer alianzas con horizontes de justicia colectiva.

No somos realidades ajenas. Creería que darse cuenta de eso es uno de los primeros compromisos éticos de quien atestigua la violencia. Desde el rio hasta el mar Palestina será libre.

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