Mi estimado José Néstor:
Veo que, por fin, estás tomando en cuenta las sugerencias que te di antes de irte para el Mundial, con nuestros muchachos, que son también los tuyos, y eso me alegra, porque dicen que los argentinos tienen el ego por las nubes y que no reciben consejos.
No sé si será cierto, porque la verdad tengo pocos amigos argentinos y es muy poco lo que sé de ellos. Aquí sólo conozco a Hugo Horacio Lóndero, que llegó a Cúcuta de futbolista, y se quedó para vender el mejor churrasco del mundo. Su don de gentes, sus conocimientos de fútbol y el sabor de su churrasco, hacen que los cucuteños lo visiten por montón.
Conozco también a doña Teresita, la esposa de un médico amigo, el Dr. Eduardo Gamboa. Eduardo se fue de muchacho a estudiar medicina a Buenos Aires y regresó con diploma para colgar en la pared y con esposa argentina, que lo ha acompañado toda la vida. Doña Teresita se volvió cucuteña de corazón y de cuerpo, tanto así, que se trajo a sus papás a vivir aquí. Ella es hincha del Cúcuta Deportivo y de la Selección Colombia y toma buen vino de aperitivo, al estilo argentino.
Y conozco a Francisco, el ilustre papa, que nació en Argentina y se hizo ciudadano de todo el mundo. Con él nos chateamos con frecuencia, y a veces me toca colgarle el guasap, porque se vuelve muy intenso hablando de compartir y de darles a los pobres, y uno, en la olla, cómo hace para obedecer al pontífice. ¡Si antes estamos para que nos den!
No tengo más trato de vista ni de comunicación con ningún otro argentino, de modo que en mi modesto entender, no todos los argentinos son agrandados, como dicen que son Maradona y Messi. Sin embargo, de Lionel tengo que decir que se mojaron los ojos cuando vi lo achantado, lo golpeado, lo vuelto nada que estaba, a raíz de lo mal que le ha ido a la Argentina en este Mundial. Me conmovió el flacuchentico.
Hugo Horacio y Teresa y Francisco son dignos paisanos tuyos, buenas gentes, amables, un poquito habladores, pero con un corazón grandote, y con ellos es suficiente para pensar bien de los del Río de la Plata.
Pero no nos desviemos del tema. Decía que me parece bueno para ti, para Colombia y para la Selección, que aceptes consejos. Te dije en alguna ocasión lo que dice el refranero popular que “lo importante en un partido no es ganar, sino lograr que el otro pierda”. En el partido contra Japón, no me hiciste caso, y perdimos, pero permitiste que los otros ganaran. Y así no es la cosa.
Como sabrás, aquí te cayeron encima muchos hinchas y muchos comentaristas y muchos locutores. Yo, en cambio, que no entiendo muy bien cuál es el papel de los técnicos, no te caí, no me rasgué las vestiduras, ni hablé mal de ti. Entre otras cosas porque soy leal a la amistad y porque no me gusta hablar mal de los ausentes y porque sabía que las cosas iban a mejorar. Como dicen ahora, yo también tenía la fe intacta.
Decía alguien que menos mal que los japoneses habían jugado con los ojos cerrados, que si los hubieran tenido abiertos, nos habían clavado seis por lo menos. Tampoco. Yo creo que perdimos porque así son las cosas del juego: Un día se gana y otro se pierde.
Contra Polonia alineaste a los que eran, como te dije. En eso hiciste como los colombianos el día de elecciones: Elegimos al que es. Y por eso nos va a ir muy bien, tanto en el país como en la Selección.
Mira José Néstor. Se nos vienen los negros de Senegal. Yo, que tengo muy buenos amigos negros (Cicerón, el negro Perea, el negro Ulises, el Dr. Sierra, por ejemplo, y alguna que otra negrita), los admiro y les profeso un cariño especial y sé de lo que ellos son capaces de hacer. No hay que mirarlos por encima del hombro, pero tampoco tenerles miedo. De tú a tú. Tú puedes, José, Nuestros muchachos pueden, y todos podemos.
La fe mueve montañas, dice la Biblia, y lo que en ella dice, se cumple. Lo aprendí de unos obreros que estaban construyendo la carretera a Las Mercedes, y tenían que derribar unas montañas inmensas para poder hacer la vía. La fe les ayudó y las palabras de la Biblia se cumplieron.
De modo que, a ganar, Néstor. A reventar ese balón a pata limpia. O bueno, si lo prefieres, no le apuntes a ganar, sino a lograr que Senegal pierda.
Dios te bendiga y bendiga a tus muchachos. De lo contrario, debes ir buscando otra chamba. Dios no lo quiera.