El pasado miércoles 11 de abril, el diario La República nos informó que Colombia importará café y curiosamente agregó; que lo hará para mejorar la rentabilidad de sus caficultores. Todos los que crecimos en aliento de Café, quedamos como el concejal del municipio de los Patios; Estupefactos. Si, porque los pronósticos decían que la producción en 2018 crecería a 159.1 millones de sacos de 60 kilos, es decir un incremento de 5 millones frente a 2017.
Bueno, eso fue lo que dijo el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, nuestro segundo mejor consumidor. Además, la producción de arábigos cayó a 40 millones de sacos y nosotros tendríamos un buen cierre de 14.5 millones de sacos como resultado de las políticas de renovación de cafetales.
Los cafés “robusta” (los que vamos a importar), tuvieron una caída de 6 millones de sacos en los mayores países productores: Vietnam y Brasil y ello impactó las exportaciones de solubles. Entonces, uno como que no sabe explicarles a los cafeteros de Gramalote y Lourdes, Villacaro y Bucarasica estas contradicciones.
A ver si entendemos. Nosotros no producimos “robustas” para producir café liofilizado o soluble. Entonces la Federación Nacional de Cafeteros por la radio nos ilustró. Es una manera, dijo, de mejorar la rentabilidad de los cafeteros, pues si suplimos las necesidades para producir café soluble con “robusta” que es más barato, no tenemos necesidad de remplazar esa compra con café colombiano que es más caro. Y la producción total, sí la vendemos al valor del mercado internacional, trae beneficio de precios y mejor rentabilidad a nuestros cafeteros.
La FNC advirtió a la comunidad cafetera, además, que se pagará la importación, con recursos de los excedentes de la misma operación, pero no de la contribución de los cafeteros y recordó la bondad del café liofilizado, pues las ventas en 2017 fueron de 132 millones de Dólares. De todas formas, las 600.000 familias cafeteras de Colombia, distribuidos en 595 municipios del país, que, en las etapas de producción, beneficio, trilla, transporte, comercialización interna y exportación, generan empleo directo e indirecto honorable a cinco millones de colombianos y el sustento a 12 millones y ese es el verdadero soporte y fundamento de la paz en Colombia.
Pero nos queda una vieja inquietud. ¿Porque se desistió competir con café colombiano de calidad, en lugar de los “robustas? Sí. Porque el experimento de liofilizado de Chinchiná iba bien. Éramos estudiantes en la Universidad de Caldas y era una sensación ir al Club Manizales y a su taberna, para oír en la mesa de juego a los protagonistas del café que presidía Don Pedro Uribe Mejía y su obsesión por la fábrica de café soluble que se hizo realidad en 1973 en ese municipio.
Aquí, cada vez que se reúnen los genios de la competitividad, el renglón que menos mencionan es el de la caficultura que, con la cultura centenaria del cultivo, es el único renglón competitivo que mantiene en la región 150 mil empleos directos e indirectos estables, que alimentan la paz nortesantandereana. Deberían recomendar estímulos. Así que a sembrar más café.