
La evolución reciente del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) en Norte de Santander ofrece luces y sombras que representan desafíos fundamentales para el presente y las futuras generaciones. Según los datos disponibles, el departamento logró reducir su IPM general del 29,5% en 2018 al 15,2% en 2024. A primera vista, este avance podría interpretarse como un logro de las políticas sociales implementadas. Sin embargo, un análisis más escéptico revela que persisten brechas estructurales, especialmente en zonas rurales dispersas y en dimensiones clave como el acceso a la educación y al empleo formal.
Mientras que las cabeceras municipales muestran una notable mejora —el IPM cayó del 25,9% al 8,5% en el mismo periodo— los centros poblados y áreas rurales dispersas se mantienen rezagados, con un 41,1% en 2024, tras haber alcanzado picos del 46,2%. Esta diferencia no es solo territorial, sino estructural: evidencia el rezago histórico de las zonas rurales frente al desarrollo económico y social del departamento. Al analizar los componentes del IPM, encontramos que el trabajo informal afecta al 84,7% de los hogares, el bajo logro educativo al 49,6% y el rezago escolar al 28,3%. Estos tres factores conforman un triángulo de precariedad que erosiona tanto la calidad de vida actual como las oportunidades futuras de la población nortesantandereana.
Existe una relación directa entre estas privaciones y el fenómeno de la pobreza de aprendizaje, como lo señala el Banco Mundial. El estudio Learning Poverty at the Local Level in Colombia advierte que en municipios como los de Norte de Santander existe una correlación entre altos niveles de pobreza multidimensional y tasas alarmantes de aprendizaje insuficiente. Según el informe, el 60,5% de los niños colombianos no alcanzan niveles básicos de comprensión lectora a los 10 años, y esta cifra puede ser aún mayor en municipios como los del Catatumbo, donde confluyen el conflicto armado, la informalidad estructural y el abandono institucional.
De hecho, el Banco Mundial asocia la pobreza de aprendizaje con dimensiones como el analfabetismo, la deserción escolar y el bajo logro educativo. En el caso del departamento, los datos de 2024 son contundentes: la tasa de analfabetismo rural alcanzó el 20,8%, frente a solo un 5,7% en las cabeceras. Esta brecha muestra que las políticas educativas no han sido capaces de romper las barreras de acceso ni de garantizar condiciones de equidad en la calidad educativa entre territorios.
Por ello, es urgente replantear el enfoque de la política pública. Esto implica enfrentar de manera decidida los factores estructurales que perpetúan la exclusión: la informalidad laboral, las deficiencias en la atención a la primera infancia, y la precariedad de la infraestructura educativa y sanitaria en el ámbito rural.
El mismo informe del Banco Mundial señala que, si bien algunos municipios con niveles medios de pobreza multidimensional presentan alta variabilidad en pobreza de aprendizaje, varios han logrado resultados educativos notables. Esto demuestra que es posible alcanzar niveles elevados de aprendizaje incluso en contextos con recursos limitados, siempre que se implementen estrategias eficaces.
No es una utopía. Se requieren políticas públicas con enfoque territorial, que integren los sistemas de protección social con las estrategias de desarrollo económico. Es fundamental fortalecer la inversión en infraestructura, vías terciarias y conectividad digital, al tiempo que se impulsa una política de equidad educativa que combine incentivos para docentes en zonas apartadas, formación especializada para maestros rurales y la universalización de la educación inicial de calidad. Y un problema transversal, quizás el más grave: garantizar la seguridad en todas sus dimensiones. Es inadmisible que el derecho a aprender siga siendo una variable determinada por el lugar de nacimiento, moldeada por la pobreza y una guerra ignominiosa. En Norte de Santander, superar la pobreza de aprendizaje es un imperativo de justicia territorial. Parafraseando a un poeta “Un niño sin escuela, es un grito sin eco. Un niño que no aprende es un espejo que no devuelve mirada.”
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