Pretender que la renegociación del Acuerdo Final de la Habana, que fue rechazado en el plebiscito del 2 de octubre, sea considerado, apenas, como un simple borrador, sujeto a una nueva revisión por la oposición, es conducir a que la expectativa de la paz y el documento que así lo proclame, se convierta en un círculo vicioso y no en la ansiada realidad con la que soñamos todos los colombianos.
Al inicial Acuerdo, que fue negado en el plebiscito, se le hicieron una considerable cantidad de cambios sustanciales sobre los puntos más controvertidos del mismo: Desarrollo rural, participación política, reparación de víctimas y algunos otros, relacionados con el aspecto de la justicia transicional.
La urgencia de que sea aceptado, tal y como textualmente quedó escrito, salta a la vista. El reciente episodio en el que murieron dos guerrilleros de las Farc y otro resultara herido, en un enfrentamiento con el Ejército en el sur de Bolívar, se agregó una supuesta disidencia en Tumaco, distinta a la ya presentada con el frente primero en el Vaupés, sobre el que ha corrido el rumor de que el jefe habría caído abatido por sus propios compañeros de armas. A pesar de que no se ha podido establecer si esta clase de violaciones se deben a enfrentamiento entre las partes, estos incidentes tensionan la fragilidad de los hilos sobre los que descansa el cese bilateral del fuego. Esto, inicialmente, no había ocurrido, pero es natural que debido a los alargues que se han presentado y a la incertidumbre que crean los palos atravesados en la ruedas de las negociaciones, se hayan venido dando estos hechos que enrarecen el ambiente.
Una actitud que debemos reconocer de parte de la guerrilla, es su acatamiento a las órdenes impartidas por sus comandantes, de mantenerse preagrupados y en alto al fuego, no obstante no existir plena claridad sobre el inmediato paso a seguir en las negociaciones con el Gobierno. Lo que se les abona es que, no obstante tal incertidumbre, guerrilleros rasos y mandos medios, han mostrado una ejemplar cohesión, que demuestra su interés por alcanzar la paz.
No deja de ser peligroso que quienes motivaron el NO, en especial los uribistas, viendo que la guerrilla ha respetado disciplinariamente permanecer en zonas específicas, delimitadas por el Ejército, estén pretendiendo estirarles más la cuerda para que cedan aún más en las concesiones a que han llegado con el Gobierno. Hasta donde nos imaginamos, creemos estar convencidos de que la guerrilla no dará un paso atrás a lo ya pactado en la renegociación. Ya cedieron en puntos trascendentales que permitieron llegar al nuevo Acuerdo. Pretender apretarles más el cuello, es correr el riesgo de que la cuerda se rompa y el sueño de paz estalle en mil pedazos.
Intentar presionar a las Farc a que paguen penas de reclusión y renuncien a ser elegidos políticamente, hasta tanto no las cumplan, es una pretensión imposible de cumplir, pues las Farc no llegaron a una negociación, luego de haber sido derrotadas, sino en igualdad de condiciones con el Gobierno.
Negociar para ir a la cárcel por varios años y perder la posibilidad de adquirir derechos políticos, para ir al Congreso, no es propuesta que conduzca a la paz, sino a la humillante rendición. Intentar que acepten tal propuesta, es una clara invitación a la guerra.
El Gobierno no puede permitir cambiarle una sola palabra a la renegociación con las Farc . Debe tener la plena seguridad de que en ese propósito lo acompaña el país nacional. También, el país político, con la excepción del Centro Democrático que es un grupo minúsculo, en comparación con la inmensa mayoría de miembros que conforman el Congreso de la República.
Así que alístese Sr. presidente, a recibir el Nobel de la Paz y a disfrutar más temprano que tarde de las mieles del triunfo.