El máximo recinto de justicia del país asediado por tanquetas de guerra, sobrevolado por helicópteros, la voz del presidente de la Corte Suprema de Justicia pidiendo con desespero un cese al fuego y la instauración del diálogo con los miembros del M-19, son algunos de los hechos más icónicos que se han quedado grabados en la memoria colectiva del país con la toma del Palacio de Justicia.
A pesar de que hayan transcurrido tres décadas desde los fatídicos hechos todavía hay preguntas que siguen sin responderse, como: ¿dónde están las personas desaparecidas?, ¿por qué el presidente de la época no dialogo para que parara el fuego?, ¿qué pasó realmente con las casi 100 personas que perdieron la vida allí?
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Esta toma se dio en medio de un contexto convulsionado en Colombia. El presidente Belisario Betancur había llegado al poder prometiendo trabajar para lograr la paz, esto en medio de una confrontación armada entre las fuerzas militares y los grupos guerrilleros sobre todo en la zona rural.
Por otro lado las cabecillas del cartel de Medellín como Pablo Escobar tomaban también mayor relevancia en la opinión pública, porque manifestaron un total desacuerdo con la aprobación de la extradición de colombianos a Estados Unidos y amenazaron la institucionalidad, incluyendo a magistrados de la Corte Suprema.
El grupo guerrillero M-19 o movimiento 19 de abril era uno de los grupos armados que sostenía una mayor confrontación con las fuerzas militares. El M-19 se caracterizó por ser una guerrilla con alta presencia urbana, que solía hacer actos sensacionales acompañados de una campaña de expectativa direccionada a captar la atención de los ciudadanos.
Por ejemplo, fue este grupo el que se robó 500 armas del Cantón Norte de Bogotá el 31 de diciembre de 1978, por medio de un túnel dejando en ridículo a las fuerzas militares, que contaban con un gran poder por aquellos años y concebían el M-19 como uno de sus principales enemigos internos.
Por los deseos de paz, Betancur instauro canales de diálogo entre el gobierno y el M-19, algo que no fue bien recibido por los militares que concibieron la acción del presidente como un espaldarazo al honor de las fuerzas armadas.
Sin embargo, al tiempo que se hacían estos acercamientos, la confrontación entre guerrilleros y miembros del Movimiento 19 de abril seguían atacándose mutuamente, por esto miembros de la guerrilla anunciaron su retirada de los diálogos en 1985.
Lo que dio pie para que miembros elite del grupo armado ingeniaran, fiel a su estilo, un acto “revolucionario” y “espectacular” para hacer, según planes iniciales, un juicio político al presidente Belisario Betancur por su falta de compromiso e incumplimiento con lo pactado en dichas conversaciones.
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Así surgió la idea de tomarse el Palacio de Justicia, la operación que fue planeada por semanas se llamó operación “Antonio Nariño por los derechos del hombre”, lo curioso de este operativo es que meses antes de que se llevara a cabo se había filtrado en la prensa los planes que ponían en sobre aviso a las fuerzas militares, al presidente, a los magistrados de la Corte Suprema de justicia y a los Concejeros de Estado.
El pánico y la expectativa por el conocimiento de los planes hizo que muchos de los magistrados pidieran mayor acopamiento y seguridad, pero no poco se hizo al respecto, al contrario días antes de que sucediera la toma por parte del M-19 se retiró de forma inexplicable la seguridad del Palacio.
Una toma y retoma sangrienta
Tal y como se había dicho tantas veces, y como pasa en crónica de una muerte anunciada, miembros del M-19 entraron a eso de las 11 de la mañana al Palacio de Justicia el 6 de noviembre, pero desde un inicio los planes que habían realizado no se cumplieron a cabalidad pues por falta de coordinación en la comunicación no pudieron entrar todos los guerrilleros que estaban preparados para el operativo, solo entraron 30.
De esos 30, 20 eran hombres y 10 mujeres se incluyeron personas con funciones muy estratégicas dentro de la guerrilla como Luis Francisco Otero Cifuentes, Andrés Almarales y Alfonso Jacquin, cuyas pérdidas significaron básicamente la perdida de la fuerza de combate de esta guerrilla.
“Desafortunadamente esta acción militar del M-19 terminó en una masacre, porque tanto en el ingreso y en la defensa que hicieron los guerrilleros de la toma como en la operativo de retoma por parte de las Fuerzas Armadas no se observaron los principios básicos del derecho internacional humanitario de proporcionalidad y distinción”, comenta sobre los hechos Max Yuri Giraldo, ex coordinador Comisión de la Verdad en Antioquia y el Eje Cafetero –y profesor de la Universidad de Antioquia.
Los miembros del M-19 querían tener como rehenes a los magistrados de la Corte Suprema, pero actualmente es posible afirmar que los guerrilleros sobre dimensionaron la importancia que tenían para ese momento los funcionarios de la rama judicial, pues para el gobierno no fue una prioridad defender la vida de los mismos.
Después de la violenta entrada de los guerrilleros los ocupantes del recinto se fueron dando cuenta de lo que estaba pasando poco a poco. Algunos tomaron la decisión de esconderse debajo de sus escritorios a la expectativa de lo que pasara. En el recinto no solo estaban los magistrados, también había personal de la cafetería, del aseo y visitantes.
Cuando los militares se dieron cuenta de lo que estaba pasando desplegaron totalmente su fuerza militar en la Plaza Bolívar, según dijeron para defender la institucionalidad usaron tanques de guerra, granadas, explosivos para desplazarse al lugar donde empezó una cruenta disputa entre fuerza pública y guerrilleros que duraría casi 30 horas continuas.
El Palacio de Justicia tenía 4 pisos que estuvieron en las primeras horas de la toma en poder de la guerrilla, pero cuando los militares entraron al lugar empezaron a tomar dominio del primer y segundo piso mientras los guerrilleros se arrinconaban en el tercer y cuarto piso con los rehenes.
El cruce de disparos se dificultó aún más por la presencia de personas en el Palacio, que llegaba a ser casi de 500 personas, mientras algunas personas de la fuerza pública trataban de evacuar los civiles, en el tercer y cuarto piso habían magistrados en compañía de miembros del M-19.
“Los guerrilleros pusieran a la población civil, los rehenes como escudos humanos buscando que la Fuerzas Armadas no se tomaran el palacio, no lo retomarán mejor y a su vez el ejército y toda la fuerza pública actuaron de manera indiscriminada”, sostiene Giraldo.
Durante la toma y el operativo de retoma del recinto la información fue muy difusa, los magistrados desesperados trataban de comunicarse con su familia bajo el cruce entre fuerzas armadas y guerrilleros y al tiempo las familias trataban de hacer lo mismo con sus seres queridos desde afuera.
“Una compañera me contó que se habían tomado el Palacio de Justicia. En un primer momento yo no entendía lo que estaba pasando, pero a medida que iban pasando los minutos y llegaban más noticias entendí que era un asunto muy delicado, pero seguía como en un estado de shock como que dije lo que está pasando es un sueño”, rememora sobre el 6 de noviembre del 85 Iván Montoya, hijo del magistrado Horacio Montoya Gil que murió durante el operativo de retoma.
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Mientras las fuerzas militares entraban al palacio una de las frases más icónicas es la del coronel Alfonso Plazas Vega, uno de los responsables del operativo de retoma, cuando estaba entrando con un tanque de guerra y ante el interrogante de un periodista que le preguntó qué estaba haciendo respondió “salvando la democracia, maestro”.
“El ejército está en todas las condiciones de mantener todas las ramas del poder público funcionando porque esta es una democracia y para eso estamos para hacerla respetar. El presidente de la corte a pedido cese al fuego, si a mí me disparan yo respondo al fuego”, fueron otras de las intervenciones que hizo Vegas durante el operativo militar.
En la noche del 6 de noviembre del 1985 después de horas de cruce de disparos el Palacio se incendió, por esto murieron casi la mitad de los rehenes. Todavía no se sabe a ciencia cierta quién fue el responsable de esto, pues entre militares y miembros del M-19 se achacaron culpas.
“Fue muy duro, porque cuando uno ve por la televisión como estaban entrando los tanques que habían impedido el diálogo de los dirigentes de la toma, como eran Otero, Almarales, Jacquin, cuando uno ve la forma en como entra esa tanqueta se imagina lo peor. Pero, lo más difícil fue cuando los militares le prendieron fuego al palacio”, cuenta sobre los hechos Augusto Osorno Gil, médico veterinario de la Universidad de Antioquia que hizo parte del M-19.
El saldo de la toma y la retoma del palacio de justicia fue muy alta, se incluyen 94 fallecidos y 11 desaparecidos, también hay colectivos que denuncian tortura y sevicia por parte de los militares en contra del personal de cafetería del que pensaron había sido cómplice de los guerrilleros para realizar la toma.
“Lo que había que hacer era haber negociado, haber parado el fuego sentarse a negociar como había ocurrido en la toma de la embajada de la republica dominicana, pero los militares sabían y se conversaba era otra humillación para ellos según la concepción de guerra interna y de enemigo interno”, dice Osorno.
Iván Montoya, el hijo del magistrado, relata que todos estos momentos fueron de mucha confusión, como uno un carrusel de emociones, “esas esas primeras horas fueron demasiado confusas y cuando ya en las horas de la noche que se incendió el Palacio, perdimos la comunicación con él, no sabíamos que había pasado con él, si se si se había quemado en el incendio, si había logrado salir... nada, no sabíamos absolutamente nada”.
En la familia de Iván solo se enteraron que su padre había muerto el 7 de noviembre, un día después de que los guerrilleros se hubieran tomado el recinto, porque la información que se había difundido era que algunos magistrados habían salido con vida del Palacio y estaban en el museo de la Casa del Florero, pero la información fue errada, y el magistrado Montoya Gil ya había muerto, al parecer, por el impacto de una granada.
La forma de proceder de Belisario aún no se entiende por completo, pues a pesar de que se pedía un dialogo con los rehenes el presidente nunca contestó el teléfono, después de lo ocurrido se habló incluso de la posibilidad de un golpe de estado por parte de los militares, y la hipótesis de que no dejaron que Belisario interviniera en la cruenta batalla que se libró en el Palacio tomó mucha fuera años después.
37 años de la toma y una verdad difusa
Como la toma y retoma del Palacio de Justicia se dio en medio del conflicto armado interno en Colombia, la Justicia Especial para la paz creada tras el acuerdo de paz con las Farc en 2016 también estudió el caso. El tribunal determinó que en medio de los operativos miembros del Ejército Nacional cometieron crímenes de lesa humanidad.
Se han dado algunas condenas a altos militares como el ex coronel Plazas Vegas y El general Arias Cabrales que fue el primer mando militar condenado por la toma del Palacio de Justicia, pero en materia de reparación las falencias continúan vigentes.
“Todavía no existe un procesamiento integral de los responsables y en el tema de la responsabilidad política tampoco hay grandes avances porque la responsabilidad tanto del Presidente de la República como de gabinete ministerial en su momento ha sido un tema sobre el cual no se ha avanzado prácticamente en nada”, comenta Giraldo.
El costo político de la toma fue muy alto, tras esto el grupo M-19 se desmovilizó e inició con su participación en la vida política nacional, Osorno dice que el acto más revolucionario del grupo guerrillero del que hizo parte fue la dejación de las armas.
Nunca hubo justicia, murieron una cantidad de guerrilleros, unos comandantes firmaron un acuerdo de paz, lo que está dentro del marco de la ley, se les dio una indulto y todo eso... pero tenemos un presidente de ese grupo, frustra mucho eso tener un presidente que si bien no estuvo en el operativo perteneció a un grupo delincuencial, pero bueno, se les dio la amnistía y cumplieron con lo con lo pactado, pero por el lado del Ejército no ocurrió mayor cosa”, reflexionó Montoya.
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