Su cara era la de un Santiago, un Alejandro o un Manuel, no de un Wilmar Alberto tal cual como lo bautizaron, aparecía en el registro civil de nacimiento y en la tarjeta de identidad.
Desde niño su nombre no le gustaba y le daba pena, un sentimiento que aumentó a los 14 años cuando comenzó a trabajar en la radio como locutor, en Estrella Estéreo.
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“En esa época todos los locutores se cambiaban el nombre y eso me motivó más a tomar la decisión. Igual sentía que en una empresa le iban a dar más fácil trabajo a un Santiago que a un Wilmar, que no es un nombre muy sonoro en los medios”, relata Santiago Rendón, DJ, locutor y comediante.
Al día siguiente de cumplir los 18 años fue a hacer el proceso de cambio de nombre, primero en la notaría en la que estaba registrado y luego en la registraduría.
“Fue relativamente un proceso fácil, rápido y económico, me costó como 30.000 pesos hace 20 años”, comenta y expresa que ese cambio lo hizo sentir más seguro de sí mismo, con más confianza.
Al día siguiente de cumplir los 18 años fue a hacer el proceso de cambio de nombre, primero en la notaría en la que estaba registrado y luego en la registraduría.
“Fue relativamente un proceso fácil, rápido y económico, me costó como 30.000 pesos hace 20 años”, comenta y expresa que ese cambio lo hizo sentir más seguro de sí mismo, con más confianza.
En zonas rurales
El estudio Las consecuencias económicas de los nombres atípicos, de María del Mar Palau, Carlos Medina y Alejandro Gaviria, de la Universidad de los Andes, indica que las personas con nombres poco usuales suelen tener una mayor probabilidad de vivir en zonas rurales y de pertenecer a una minoría étnica.
Así mismo, concluye que hay una reducción considerable de los sueldos de estas personas: por lo menos un 10 % menos que el de una persona con un trabajo y un perfil profesional similar, brecha que crece conforme lo hace el cargo.
El cálculo es que un 7 % de los colombianos suelen padecer matoneo y discriminación por el nombre con en el que los registraron.
La Registraduría Nacional, por su parte, indicó que, con corte a 31 de diciembre de 2020, 619.504 niños se registraron en el país (51,3 % hombres y 48,7 % mujeres).
A ellos sus padres les pusieron, entre otros, nombres de artistas y deportistas mundialmente conocidos como Cristiano, James, Neymar, Maluma, J Balvin, Yatra, Juanes o Shakira; y algunos un tanto exóticos como Chespirito, Warnerbro, y Shi Yin.
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El proceso
Los cambios de nombres son más habituales de lo que se piensa y se hacen básicamente por tres razones: errores de ortografía, cambio de sexo o sencillamente porque no gustan, explican desde la entidad nacional.
En promedio cada año se presentan unas 10.000 solicitudes de cambio ante las más de 900 notarías que existen en el país.
De acuerdo con el Estatuto de Registro del Estado Civil, en el artículo 3, “toda persona tiene derecho a su individualidad y, por consiguiente, al nombre que por ley le corresponde”. El nombre, destaca la norma, comprende también los apellidos y el seudónimo. Por eso, aunque es menos usual, también se puede hacer el cambio de apellidos.
Los casos más comunes son los llamados “expósitos”, que son los recién nacidos, no mayores de un mes, que han sido abandonados, que no fueron registrados y se desconocen sus apellidos. Ahora Santiago sí siente que tiene cara de Santiago, a Wilmar no lo extraña