No tiene los ojos dulces de Hello Kitty, ni la carita serena de un oso de peluche clásico. Pero ahí está: con su sonrisa puntiaguda, orejas alargadas y mirada entre inocente y traviesa, Labubu se ha colado en mochilas, escritorios, vitrinas y redes sociales de millones de personas. En las últimas semanas este pequeño personaje, diseñado por el artista hongkonés Kasing Lung, es hoy una de las figuras coleccionables más deseadas en países como Colombia, México, Estados Unidos y gran parte de Asia.
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Su éxito no es reciente. Desde su creación en 2015 como parte de la serie The Monsters, este muñeco ha ido ganando notoriedad gracias a su alianza con la empresa Pop Mart, que encontró la fórmula perfecta para convertirlo en objeto de deseo: la venta en “cajas sorpresa”, una estrategia que despierta la emoción de lo inesperado y eleva el valor de cada figura.
Viralidad, celebridades y cajas sorpresa
El estallido definitivo llegó gracias a la visibilidad que Labubu alcanzó en redes sociales. Celebridades como Lisa (de Blackpink) lo usaron como accesorio en sus presentaciones o publicaciones, lo que desató una ola de interés. En TikTok, el hashtag relacionado con Labubu acumula millones de visualizaciones, con videos de “unboxing”, comparaciones de modelos y reacciones ante las ediciones especiales o raras.
El secreto está en el formato de venta: las “blind boxes” o cajas cerradas que contienen figuras aleatorias. Los compradores no saben qué personaje van a recibir hasta que lo abren, lo que convierte cada compra en una experiencia emocional. Hay ediciones limitadas, figuras ocultas y variantes que incrementan su valor en el mercado secundario. Esto ha dado paso a una comunidad de coleccionistas activa y global, donde los intercambios, las compras entre usuarios y las subastas son comunes.

¿Cuánto cuesta en Colombia?
En Colombia, el fenómeno no es ajeno. Usuarios en redes han compartido sus primeras adquisiciones y la búsqueda de Labubus en tiendas especializadas de grandes ciudades. Aunque el precio base ronda los 80 mil pesos, las ediciones especiales pueden costar mucho más, dependiendo de su rareza y demanda.
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Más allá del juguete
Parte del éxito de Labubu radica en que no es solo un muñeco, sino un símbolo de estilo y de cierta nostalgia. Su apariencia ambigua —entre lo tierno y lo oscuro— conecta con nuevas generaciones que buscan objetos únicos, que rompan con lo tradicional.
Para muchos, este es un compañero emocional. Para otros, es una figura estética que completa su outfit o su espacio de trabajo. Y para algunos más, es una inversión: hay modelos que se han subastado por cientos e incluso miles de dólares, demostrando el poder de este fenómeno como producto cultural y económico.
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