No es la primera vez que el cantautor chileno-estadounidense Alberto Plaza viene a Cúcuta. Lo había hecho en abril del 2013, en su gira 'Estás conmigo'. Y ahora regresa el 5 de mayo, nueve años después, a otro concierto, en el Teatro Zulima, a partir de las 730 de la noche.
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Está con mucha expectativa e ilusión de ese reencuentro con un público que escuchará, sin alteración, la recopilación de sus mejores canciones de más de 35 años de vida artística, entre las que se recuerdan: 'Que cante la vida', 'En la escalera', 'Blanco y negro', 'Cómplices', 'Música y versos de amor', 'Ahora', 'Yo te seguiré' 'Bandido', 'Polvo de estrellas', 'Remedio pa'l corazón', 'Estás conmigo', 'Milagro de abril' y 'La mitad de mi mundo'.
La Opinión conversó con el afamado artista que reside en Florida, Estados Unidos.
¿Qué expectativa tiene con el concierto?
Mi expectativa es que el público vaya al concierto y salga mejor de lo que entró. Más feliz, más contento, motivado, con ganas de abrazar a su pareja. Es el propósito de un concierto en vivo.
¿En qué género se siente más cómodo cantando?
No me gusta encasillarme en ningún género. Canto sin pensar qué género estoy haciendo. Bueno, algunas que sí, por ejemplo, hago en plan más andino, de carácter folclórico, particularmente 'guaino'. Creo que soy trovador romántico. No tengo muy claro el género que cultivo.
¿Cree que el romanticismo se ha relegado?
En cierta medida sí se ha ido perdiendo el romanticismo. La relación entre hombre y mujer ha cambiado. Muy a la medida del reguetón y el trap. Se ha ido abandonando esta relación amorosa, espiritual, emocional para dar paso a una relación mucho más física, más centrada en el cuerpo. Lo lamento porque las nuevas generaciones no van a poder vivir lo que vivimos que era tan lindo.
¿Qué quiere que cante la vida?
Uff… Un llamado a la unidad, entendiendo que somos diferentes, entendiendo que tenemos distintas visiones de la sociedad. Pero podemos encontrar puntos que nos hagan mirar en una misma dirección. No estoy hablando, por ejemplo, que mirar todos hacia el socialismo, o derecha. Sino mirar en la dirección del respeto, en la dirección de la democracia y lograr ser felices. Hay mucha intolerancia. Me gustaría que los gobernantes del mundo fueran menos egoístas y pensaran más en los pueblos y menos en ellos.
¿Para qué necesitaría una escalera?
La canción es una imagen de la vida. En el sentido que la escalera a veces uno está arriba, otras veces abajo. Algunas veces va subiendo, otras vas bajando. Y así es. Cuando uno está arriba no debe pensar que ahí se va a quedar. Lo mismo que cuando está abajo. Tampoco pensar que ahí se va a quedar, porque todo es dinámico. Todo va y viene. Todo sube y baja. Yo simplemente necesito esa escalera para transitar esta vida, hacia arriba y hacia abajo. Y entender que otros están en la misma situación. Lo importante es subir sin aplastar a los demás. Todos podemos subir y esa es la gracia de esta vida, que todos podamos florecer y prosperar.
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¿Qué prefiere: blanco o negro?
Si hablamos de ropa prefiero todos los días una polera (camiseta) negra, manga larga, para no pensar en qué ponerme y se acaba el problema. Y blanco también. Llevarlo a la vida son dos posiciones frente a una situación. Posiciones que pudiera parecer contrapuesta, pero buscan lo mismo en la vida.
¿Cuál sería el remedio para el corazón?
En la canción lo digo: la risa. Uno puede enfrentar la vida con optimismo, con alegría. Cuando se tiene tristeza y se hace un esfuerzo por reír puede salir algo bien interesante de ahí. Creo que es una terapia interesante de explorar. Muchas veces la gente se olvida que hay muchas cosas por las que hay que sonreír y por las que agradecer. Y se va cayendo en una mirada pesimista y en un enfoque que está teñido, algunas veces de desesperanza y tristeza, tal vez alguna sonrisa puede ser un elemento que ayude.
¿De qué se haría cómplice?
Sería cómplice de cualquier acción que intente mejorar la vida de las personas. De todo plan cuyo fin sea hacer el bien. De eso soy cómplice y firmo lo que sea.
¿A quién dejaría entrar a sus sueños?
A mi mujer, a mis hijos. Ellos entran a mis sueños cada día, cada noche, y son los dueños de mis desvelos y también de mis dulces sueños.
¿Considera que es profeta en su tierra?
Por supuesto que sí. Yo empecé mi carrera en Viña del Mar, en Chile. Y he desarrollado esta carrera de 37 años con un cariño y apoyo maravilloso de Chile. He hecho infinidades de conciertos, he recibido una gran cantidad de premios, por mis discos, por mis canciones, como autor de la década de los 90. Celebré mis 15 años en el Teatro Municipal, reducto de la música clásica, que abrió sus puertas para la música popular, por primera vez en su historia.
¿Cómo se describiría?
Como indescriptible. Porque no me gusta describirme de ninguna forma porque al poner una definición me pongo barrera, me pongo límites a mi propio desarrollo. Entonces soy indefinible, libre.
¿Qué tan frecuente viaja Chile?
Poco, ahora por la pandemia. Mi último viaje a Chile fue en febrero 2020 para un concierto. Ahora voy a ver cuando voy porque tengo una larga gira por Ecuador, Perú, Colombia. y quiero ir a Chile porque tengo dos hijos allá, a mi madre, hermanos. Espero ir pronto.
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