El secuestro
El militar fue liberado el martes 16 de noviembre del año pasado, gracias a la gestión de una comisión conformada por la Defensoría del Pueblo, de la regional de Ocaña, y la iglesia Católica.
Ese jueves salió a las 5:00 de la mañana de la casa de su mamá, abordó una camioneta blindada Chevrolet de placas SAC-02R, de color blanco y que pertenecía al Ejército, para recoger a los profesionales de la salud.
Cuando el reloj marcaba la 1:00 de la tarde, aproximadamente, Dayán vio un camión parqueado a un lado de la vía y, más adelante, una tractomula donde estaba escondido un guerrillero, armado con un fusil. Momentos después, el rebelde se dejó ver.
Momentos después aparecieron más subversivos. “Yo le veo el brazalete de las Farc y eche reversa para escapar, pero ellos comenzaron a dispararme. Estaba concentrado y las balas no me preocupaban porque la camioneta era blindaje 5 y, por ende, soportaba los impactos”, dijo el militar.
Los gritos y el lloriqueo de sus acompañantes no lo desconcentraron, siguió con sus nervios de acero manejando hasta que varios disparos averiaron el motor, la computadora y otros elementos importantes de la camioneta, que de inmediato se apagó.
En un acto desesperado dejó que el vehículo se fuera en reversa. “Yo los veía correr disparando. Hasta que la camioneta se detuvo y ellos se acomodaron para disparar. Nos acorralaron y tocaba salir”, indicó Dayán, quien aún conserva en su rostro el miedo de aquellos instantes en los que estaba en las garras de la muerte.

Oró unos segundos, visualizó a su hija, su esposa y sus familiares. Abrió lentamente la puerta y con la voz entrecortada les dijo “hermano, tranquilo, tranquilo, no me mate”.
Era cuestión de segundos para que los guerrilleros encontraran los dos documentos que lo vinculaban con el Ejército. Aunque Dayán trató de enterrar el carné, un rebelde se dio cuenta y gritó “un soldado, el mono es militar”. En ese momento lo vieron como un botín de guerra.
“Un guerrillero de baja estatura se me vino corriendo, le quitó el seguro al fusil AK-47 y me apuntó a la frente. Mi reacción fue poner las manos y pedirle que no me matara. Le decía que ‘no me mate, yo tengo una hija’”, dijo Dayán.