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José Gregorio Hernández, el santo binacional
La figura del nuevo beato de la iglesia católica, reúne en devoción a colombianos y venezolanos. ¿Por qué se volvió un personaje tan popular?
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Jueves, 6 de Mayo de 2021

José Gregorio Hernández es un personaje muy querido, venerado y respetado en Colombia y Venezuela. El médico venezolano que fue beatificado el pasado sábado une a los dos países en una devoción con distintas formas de adorarle o invocarlo. ¿Cómo este hombre de ciencia, de fé, bondadoso, llegó a convertirse en un ser tan aclamado en ambas fronteras? Precisamente con eso: haciendo el bien.

En Venezuela, José Gregorio su popularidad creció después de su trágica muerte en 1919 y en los siguientes años se fue elevando a los altares locales para traspasar las fronteras, ya sea en rezos, en cultos religiosos, en actos de santería o espiritismo. A Colombia llegó debido a esos Colombianos que vivieron en Venezuela y trajeron consigo su devoción por el beato, todo eso alimentado por fama de milagroso. Sin embargo es importante entender que mucho antes de convertirse en una persona santificada y muy popular, José Gregorio fue un médico destacado, destacadisimo. Esto agranda su estampa, porque además de su calidad humana orientada al servicio era un taco, un prodigio, un cerebro. José Gregorio sabía inglés, francés, italiano, alemán, era un gran amante de la literatura, la poesía, era músico, filósofo. En fin, de todo.

Nació el 26 de octubre de 1864 en la población de Isnotú, estado Trujillo, que conforma la región andina venezolana. Sus padres fueron Benigno Hernández y Josefa Antonia Cisneros. De origen humilde, el pequeño José creció en el pueblo cuya principal actividad es la agricultura. «Era de prosapia ilustre, de alcurnia y abolengo proveniente de linajudos solares cantábricos, una de cuyas ramas vino a Venezuela en el segundo tercio del siglo XVIII y echó raíces en la ciudad de Boconó», expresa Leopoldo Briceño Iragorry en su artículo publicado en diciembre de 2005 en la Gaceta Médica de Caracas titulado: «Contribuciones históricas. José Gregorio Hernández, su faceta médica. (1864-1919)».

Se muda a Caracas con apenas 14 años de edad y termina el bachillerato. Luego ingresa a la Universidad Central de Venezuela y en 1888 obtiene el título de médico. Al poquito tiempo, el gobierno de Juan Pablo Rojas Paúl, presidente de Venezuela entre 1888 y 1890, lo convoca para algo muy importante. «San Gregorio» se encontraba en Isnotú donde había regresado luego de culminar sus estudios, pero un profesor muy querido en la facultad de medicina llamado Calixto Gonzáles lo llamó diciéndole que lo había recomendado al gobierno para una beca de estudios en Europa.

Rojas Paúl buscaba que jóvenes médicos sirvieran al país ya que muchos campos de la medicina estaban inexplorados en Venezuela, también azotados por la malaria y la tuberculosis, buscaban la manera de traer ideas formando a estos nuevos médicos para poder combatir las enfermedades y estudiar cómo evitarlas. Así, Hernández se trasladó a Francia para estudiar, «teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental, con la asignación de seiscientos bolívares mensuales», explica Iragorry en su texto.

En 1891, luego de haber realizado también estudios de histología, anatomía patología y bacteriología en Alemania, llega a Caracas para fundar la cátedra de bacteriología en la Universidad Central de Venezuela, la primera de este tipo en todo el continente americano.

«En el mundo médico venezolano no existe persona de la que se haya escrito más que de este ilustre trujillano; la exaltación de sus virtudes y la aureola de santidad creada en torno a su existencia, realizada por el fervor popular, groseramente abultado por los programas de cine, radio y televisión, han desfigurado la señera silueta del maestro, su vida y su obra, creando como un mito que poco armoniza con la realidad de su imagen de médico eminente, de reconocida santidad», reza Iragorry en su texto.

Entonces toda esta mezcla lo lleva a ser una persona extraordinaria, pero poco hubiésemos sabido de él si no hubiese sido el «médico de los pobres», eso lo llevó a ser muy querido entre las masas populares de aquella Caracas del final del siglo 19 y principio del 20.

La muerte lo alcanza el 29 de junio de 1919 golpeado por un automóvil y su figura se inmortaliza. Cuando un personaje tan querido muere, sobre todo siendo joven y de manera trágica, sin que la iglesia lo promueva, sin que un acto divino intervenga, a esos ídolos los llevamos nosotros mismos al altar. Eso ocurrió con José Gregorio.

«El médico bueno murió, no dejes desamparado a nuestro pueblo, le voy a prender una velita para que nos cuide la salud…», repetían muchas doñitas, los señores en su lamento y poco a poco se fue elevando la creencia, sumando devotos y salieron a flote las cosas extraordinarias, esas que la ciencia no puede explicar: los milagros.

«Quien va a operar a Yaxury soy yo, pero las manos que estarán presentes serán las del médico tratante. Tenga fe y más nada”, cuenta a El Pitazo Carmen Ortega, madre de Yaxury Colmenares, la niña a la cual se atribuye el milagro que convenció al Vaticano para llevar a José Gregorio al título de beato. «Él está conmigo todo el tiempo; en estos momentos está a mi lado», agregó durante una entrevista días antes de la beatificación del doctor.

El papa Francisco dijo el jueves que esperaba que la beatificación ayude a la "reconciliación" de Venezuela, país golpeado por una grave crisis política y económica, y a "producir entre todos la respuesta del bien común tan necesitada para que el país reviva, renazca después de la pandemia". / Foto: AFP

Veneración transfronteriza

En 1949 unos cuantos hechos extraordinarios acumulaba la iglesia venezolana y a través de la Conferencia Episcopal, introdujeron los papeles para que el Vaticano empezara a estudiar estos milagros e iniciar un camino a la oficialidad de su santidad, pero José Gregorio ya estaba en el sentir popular y en los altares. Y poco a poco se fue dando a conocer en Colombia.

Su popularidad creció más luego que la industria televisiva se abriera paso como medio de comunicación en los años sesenta. En la década de los veinte, la población venezolana empezó a trasladarse hacia las ciudades y la nueva economía basada en la explotación petrolera trajo modernidad al país. Entonces con más de la mitad de la gente viviendo en zonas urbanas, la televisión fue clave para expandir la popularidad de José Gregorio.

La migración colombiana hacia Venezuela empezó su auge entre los años sesenta y setenta con la aparición del conflicto armado. Campesinos llegaron a trabajar en fincas venezolanas, también se asentaron en la ciudad donde ya la televisión estaba en un buen grueso de hogares, lo que contribuyó a que la creencia por el santo traspasara las fronteras de la cultura venezolana. 

Radio Caracas televisión en el año 1964 transmitió una telenovela con su vida y obra. «Pocos años después de su declaración como “Venerable”, la misma compañía produjo una película que llevaba ese mismo título y que tuvo mucha difusión en otros países, y lo cual contribuyó, junto con los movimientos migratorios de los nacionales de esos países que llegaban a trabajar a Venezuela y luego retornaban a sus países de origen con la creencia en JGH», expone el estudio del Observatorio Venezolano de la Violencia publicado en 2020 titulado: «La creencia popular en José Gregorio Hernández en 2020, quiénes creen y quiénes no», informe que analiza la actual veneración (o no) en Venezuela hacia la figura del médico.

«La popularidad y amplia aceptación de JGH pudiera radicar en que se convirtió en un factor de “homogenización cultural” del país”, agrega el informe.

Desde el más allá

En Colombia se le venera de distintas maneras, y su presencia más común es en estos sitios donde personas llamadas “medium” interceden ante el beato para curar a las personas que llegan con alguna dolencia o en casos más extremos, necesitan de una operación. En estos locales o espacios José Gregorio, según los creyentes baja todos los días. El modo de operar es distinto, dependiendo del “medium”, en algunos casos las personas son tratadas en el mismo sitio. En otros, luego de cumplir con algún ritual especial, la persona debe estar en casa totalmente sola, con gasas, agua, alcohol y mucha fe, para esperar que el santo venezolano haga su trabajo médico espiritual esa noche.

En Norte de Santander se le venera de forma similar que en Venezuela entre otras razones por la cercanía de los pueblos con personas binacionales. En los altares está presente el médico de sombrero y bigote, al igual que en los rezos de miles.

Sea como sea, de la forma como lo invoques o le reces, José Gregorio es una figura de encuentro entre Venezuela y Colombia, es unidad, creencia, devoción y admiración para muchos, miles, millones de venezolanos, colombianos, latinoamericanos, dentro y fuera de nuestro territorio.

 

Redacción

Rafael David Sulbarán

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