Los niños yukpa que acuden a clases en el colegio Simón Bolívar, en el barrio San Martín, reconocen a los demás compañeros que no pertenecen a su tribu como watias.
Las niñas yukpa son oripas y los niños, kukpas, eso quedó claro desde el primer día que ingresaron a las aulas en desarrollo de un proyecto piloto, único en las instituciones educativas públicas de Cúcuta, que se puso en marcha en este plantel con el único propósito de brindar educación a los muchachos de esta comunidad asentada a orillas del río Táchira, en el nuevo barrio El Escobal.
Es un proyecto intercultural e inclusivo que les permite a los niños y niñas yukpa acceder, al igual que lo hacen sus pares de la ciudad, a los servicios de educación, pero desde una óptica bien particular.
Una parte de la semana van a clases a los salones del colegio Simón Bolívar, y la otra ponen en práctica la teoría en su propia ranchería, apoyados por dos maestras yukpa que los acompaña en el proceso de aprendizaje, explica el profesor Luis Alberto Avellaneda Cáceres, coordinador del proyecto.
Son en total 68 estudiantes yukpa, entre niños y niñas, que cursan los grados 1, 2, 3 y 4 de primaria. Están en las edades de 6 a los 14 años.
Ellos son recogidos a las 11 y 30 de la mañana en el sitio donde viven con sus padres y llevados y desembarcados hacia las 12 de mediodía en la sede escolar del barrio San Martín.
El proceso se inicia con ellos desde el momento en que se bajan del bus escolar.
Los organizamos y los formamos antes de ingresar. Para que los niños se sientan como en familia, los profesores debieron aprender ciertas palabras del dialecto yukpa para dirigirse a los muchachos.
En la formación, oripas van a una fila y kukpas en otra. Los niños watias los reciben con afecto y eso les ha dado confianza al punto que ahora es un grupo unido y respetuoso, dice Avellaneda.
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El rector del colegio, Jesús Maldonado, indicó que la institución les ha abierto las puertas a los niños y niñas yukpa en un intento también por garantizarles no solo el derecho a la educación, sino para que mantengan vivas sus raíces, su cultura.
Pese a las limitaciones y a sus costumbres ancestrales, el colegio les ha brindado todo lo necesario para que se sientan como en casa. Para ello se diseñó un currículum intercultural especial con el apoyo de dos maestras yukpas.
Por ejemplo, ética es ética étnica; geografía es geografía territorial, para que ellos no olviden de donde vienen, cuáles fueron sus orígenes; también tenemos lengua materna para los niños, que la dirigen las dos profesoras yukpas.
El idioma extranjero que ellos ven es el español. El 98 por ciento de los niños son bilingües, hablan español y lengua yukpa, dice Avellaneda.
En las aulas tenemos el currículum personalizado de ellos, y ellos reciben unas clases extras de parte de las docentes contratadas por el Consejo Noruego los días lunes y martes, sobre todo los niños que requieren que la clase sea ciento por ciento yukpa, para aprender palabras que en las aulas no comprendieron bien, allá en la comunidad se les hace el refuerzo en yukpa.
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Aparte hay un proyecto de unas siembras para que sean autosustentable para ellos. Ellos tienen unas eras en las cuales siembran cilantro, yuca cebolla, que les sirve para el consumo en sus casas y el resto para comercializarlo.
Ahora para la promoción del 2024 tenemos programado que los niños de 4 pasen a quinto y tenemos pensado para el año entrante ampliar de transición hasta quinto grado.
La presencia de ellos en clase es intermitente, dice Avellaneda, debido a que los niños ayudan a los papás en labores de casa, cuidando a hermanos menores. El tenerlos en las aulas ha contribuido a alejarlos de las calles y a que desistan de las labores de mendicidad.
Otra causa de inasistencia a clases es cuando las niñas entran en desarrollo. Por costumbres yukpa son ingresadas a cuarentena sin poder salir de sus casas. Y otro motivo es cuando se van de viaje a Machiques, Venezuela, donde dejaron sus tierras cuando vinieron desplazados a Cúcuta hace ocho años cuando se produjo el cierre de la frontera.
Avellaneda dice que los niños y niñas yukpa son muy gentiles. “Con ellos nunca hemos tenido una agresión física ni verbal de las que se presentan a diario en un aula regular. La cultura de ellos es tan rica en relaciones interpersonales, quizás por las normas estrictas que existen en su comunidad”, expresó el coordinador del proyecto.
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