En una humilde vivienda de la calle 33 con avenida 40 de La Divina Pastora, en Cúcuta, hoy lloran la partida para siempre de Juan de Jesús Balaguera Portilla, quien luchó por su vida durante 12 días, tras ser gravemente herido por una bala perdida el Día de la Madre, el 25 de mayo, cuando estaba en su habitación.
Juan no pudo celebrar sus 52 años, porque los cumplió en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Universitario Erasmo Meoz (HUEM), tres días después de lo ocurrido. Ayer, sus familiares se encontraban en los trámites ante el Instituto Nacional de Medicina Legal, para que les entregaran el cuerpo.
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“Él era muy trabajador, risueño, amaba a su nieto”, expresó a La Opinión Margarita Olivares, al recordar a quien era su esposo, su compañero de aventuras durante 27 años, 13 de ellos en la casa donde compartieron sus últimos momentos.
En su celular guarda esos instantes captados en los que rió con sus hijos, abrazó a su nieto y festejó el último cumpleaños. En su delgada contextura guardaba un corazón inmenso, que derrochaba amor por los suyos.
“Un día antes de ese domingo, me sacaron una muela. Entonces, esa noche me dijo: ‘vamos para dentro, el sereno le hace daño’. Nos entramos a mirar televisión. Yo estaba en la cama y él en una silla junto a mí, cuando le entró una llamada a su celular, se levantó y me corrió hacia el rincón para acostarse”, afirmó Olivares.
La mujer relató que Juan ocupó el espacio en el que estaba ella. Minutos después sonaron varios disparos cerca de su casa y un “matracazo” en el techo; de una vez supo que “eran tiros al aire”. Luego, su cónyuge le manifestó: “¡Marga, -como la llamaba él- me dieron, me dieron!”.
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“No pensamos nada de eso. Cuando se fue a bajar de la cama es que vi que botaba mucha sangre y lo acerqué al lado mío. Le dije: ‘lo hirieron, lo hirieron’, y él me hablaba y me decía: ‘mami, no pasó nada, tranquila’”.

Esta escena precedió a la perforación de la hoja de zinc por parte del proyectil que impactó su cabeza. Margarita cree que si Juan no le hubiera pedido que se corriera, la bala la hubiera matado.
Después de resultar herido, mientras llegaba la ambulancia para trasladarlo al hospital, caminó hasta la loma, a poco metros de su residencia, y “habló normal” con su pareja, quien no imaginó que esa sería la última conversación que tendrían, antes de ser atendidos por los paramédicos.
Margarita Olivares señaló que tenía la fe de que verían de nuevo en su hogar a su ser querido, porque, en la UCI, “venía evolucionando muy bien, pero ayer (viernes), hubo un momento en el que se agravó. A él ya lo estaban despertando, él abría los ojitos y los volvía a cerrar”.
Tiros al aire, situación común
De acuerdo con los habitantes de La Divina Pastora, el miedo a que este tipo de hechos se repita está latente, porque los disparos al aire se han vuelto común. “Ya uno no puede estar protegida ni en la casa”, dijo una de las residentes.
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Margarita Olivares indicó que, en ocasiones anteriores, en medio de celebraciones, ha habido “locos que salen”, refiriéndose a quienes les da por disparar al cielo.
“Hace algunos días, cuando escuché uno (un tiro), a mí me dio de todo. Escucho pólvora y me queda quieta, me da miedo, me pongo pálida, nerviosa”, añadió la doliente de Juan de Jesús Balaguera, quien quedó traumatizada por esa dolorosa experiencia.
El caso sigue en manos la Fiscalía y la familia espera que las investigaciones determinen quién fue el culpable. Sin embargo, Margarita Olivares confía en que, si no logran atrapar al asesino, este no se salvará de la justicia divina, porque “eso se lo va a cobrar mi Dios”.
“Ni uno está bien en la casa. Nunca pensé que eso nos iba a pasar a nosotros”, concluyó la mujer.
En la habitación donde ocurrió la tragedia, el agujero de la bala se hace notar con la claridad del día, es la huella de un práctica que, ojalá, no enlute más familias en el área metropolitana de Cúcuta.
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