Hace una semana, los cucuteños fueron testigos de un macabro asesinato, como si de una película de horror se tratase. Un hombre fue asesinado y desmembrado para luego abandonar su cabeza y piernas en una cava de icopor dentro del Canal Bogotá a pocos metros de la calle 11, en el límite entre los barrios Cundinamarca y San Miguel.
Desde entonces, la población cucuteña consternada, ante semejante salvajismo y crudeza se preguntaba ¿quién podría cometer este hecho tan sangriento? y ¿por qué?
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Después de siete días, y un riguroso proceso investigativo, todo parece indicar, que las autoridades judiciales han logrado identificar a los responsables y se encuentran a la espera de unos resultados de ADN para confirmar, además, quién sería la víctima.
Viviría en Bogotá
De acuerdo a la información conocida por este medio, aportada por una fuente cercana que pidió reserva de su identidad, el nombre de la víctima sería Sixto Ferney Rojas Montalvo, un hombre oriundo de Bogotá que tendría poco tiempo de haber llegado a Cúcuta. Este hombre llegó en compañía de tres personas más, dos de ellos, presuntamente, estarían implicados directamente en el homicidio.
Según la fuente, la víctima y los hombres se encontraban en un proceso de rehabilitación para dejar el consumo de estupefacientes, esto con ayuda de un supuesto pastor cristiano que también viajó con ellos. El pastor tendría la misión de guiarlos por el buen camino, sin embargo, a las pocas semanas de llegar a la capital nortesantandereana, todo comenzó a desmoronarse.
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“La víctima llegó con el pastor y dos personas más que ya tenían un proceso, se establecen en una vivienda del barrio Carora con la intención de formar una fundación, ahí empiezan a hablar con habitantes de calle y consumidores para que dejaran ese camino de adicciones y construyeran una mejor vida. Como hubo buena acogida y no había lugar en esa casa para nadie más, uno de los que viajó con ellos, se devolvió a Bogotá”, dijo la fuente.
A los pocos días, las horas destinadas a organizar la vivienda y leer escrituras sagradas, para evitar pensar en sus adicciones, se transformarían en fiestas interminables, en donde el alcohol y las drogas serían los protagonistas.
“Ya el pastor no lo encontraba uno en la casa, duraba días en sus juergas y los muchachos a su cargo hacían todo lo que él decía; ellos por su condición de adictos, no tenían como un criterio propio. Él les decía que hicieran cualquier cosa y de una vez ellos lo hacían sin cuestionarlo. Fue así como recayeron a ese mundo que querían dejar”, explicó la fuente.