La música es una constante en la vida de Nicole Farelo desde que tiene memoria. Cantar y bailar surgieron de manera natural, casi instintiva, como una forma de expresión que con el tiempo se transformó en proyecto de vida.
A los 14 años, su talento empírico la llevó por primera vez a los escenarios, impulsada por Martha Mora, gestora cultural de Villa del Rosario y colaboradora de la Fundación de Artes Empíricas, quien creyó en su potencial y la animó a mostrarse ante el público.
Inspirada por artistas como Karol G y Nathy Peluso, Nicole, de 16 años, construye una identidad musical versátil, sin encasillarse en un solo género. Antes de cada presentación, los nervios aparecen, pero ella los enfrenta con una frase que se ha convertido en su mantra personal: “Permítete ser tú”.
Lea: ¡Dijo que sí! Así fue la boda de Margarita Rosa de Francisco frente al mar
Para la joven artista cucuteña, ese recordatorio es clave para vencer el miedo y conectar con la tarima desde la autenticidad.
Sus primeros pasos formales en la música los dio en distintos escenarios de Villa del Rosario, como la Casa del General Santander, el Solario de la Villa y el Bulevar Santander.
Con el tiempo, su recorrido se amplió a espacios de Cúcuta en eventos privados, festivales y ferias, consolidando una presencia constante en la escena local.
La formación musical de Nicole es completamente empírica. “Sin querer queriendo”, educó su voz mediante ejercicios que practicaba por intuición, sin saber que correspondían a técnicas vocales.
En su infancia, alrededor de los ocho años, tocó la viola durante tres a cinco años en la Fundación Batuta, experiencia que terminó cuando el proyecto se disolvió. Aunque hoy no recuerda el instrumento, ese acercamiento temprano al arte marcó su sensibilidad musical.
Conozca: Caracol Televisión apuesta en grande para 2026
Uno de sus mayores retos ha sido su carácter introvertido, que en un inicio le dificultaba interactuar con el público. Sentía que sus palabras sonaban forzadas por los nervios, pero decidió trabajar en ello, arriesgarse y soltarse en escena.
Ese crecimiento se reflejó en los concursos: ganó su primer certamen, La Abeja Dorada, y luego protagonizó un momento decisivo en el Festival del colegio María Concepción Loperena.
Tras quedar cuarta en su primera participación, regresó al año siguiente y, siguiendo la recomendación del jurado, interpretó ‘La nave del olvido’ en la versión de Mon Laferte, logrando el primer puesto.
La victoria fue un homenaje a su tío abuelo fallecido recientemente, convirtiendo el dolor en motor artístico.
Con el respaldo incondicional de su familia y el apoyo de personas clave como Napoleón Ibargüen, la joven nortesantandereana hoy está dedicada por completo a la música.
Tras graduarse del colegio Hispanoamericano, planea estudiar música en la Universidad de Pamplona. Su objetivo es claro: escribir y producir sus propias canciones, tocar corazones y transformar emociones en melodías que hablen donde las palabras no alcanzan.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en http://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion .