La vida de María Elena Hernández cambió para siempre el día en que su hijo Brayan, de 15 años, desapareció en las calles de Cúcuta. La desesperada búsqueda de su pequeño la llevó a adentrarse en un mundo que pocos se atreven a mirar de frente: el de los habitantes de calle.
Lo que empezó como un camino de angustia y temor, terminó convirtiéndose en su mayor propósito de vida. Hoy, con 42 años, no solo logró rescatar a su hijo de la drogadicción, sino que extendió su amor y ayuda a más de 3.500 personas en condición de calle, a quienes llama sus “hijos adoptivos”.
Desde entonces, esta cucuteña se convirtió en un símbolo de resiliencia, esperanza y transformación. Su incansable labor la lleva a liderar la Fundación Banquete del Bronx en Cúcuta, donde brinda apoyo integral a quienes son marginados por la sociedad.
Su impacto es tan significativo que hoy representa a Norte de Santander en el Premio Mujer Cafam 2025, un reconocimiento a su entrega y liderazgo en la lucha por un mundo más justo y compasivo.
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Del dolor a la acción: el nacimiento de una misión
Cuando María Elena empezó a recorrer las calles en busca de Brayan, no solo descubrió la dura realidad de la indigencia y la drogadicción, sino que también encontró una nueva familia entre los más vulnerables.
“Esto dejó de ser por mi hijo y pasó a ser por los más de 3.500 hijos que tengo en la calle”, dijo con la certeza de quien convirtió el dolor en servicio.
Uno de los momentos que marcó su camino fue el encuentro con Kevin, un joven habitante de calle que la ayudó en la búsqueda de su hijo.

“Él me pidió comida y le dije que en ese momento no tenía, pero que en la próxima se la daba. Luego vi unas niñas pequeñas y pregunté si no les daba miedo que les pasara algo. Y Kevin me dijo: ‘No, aquí nosotros las cuidamos’”. Aquella respuesta derrumbó sus prejuicios y la llevó a ver la humanidad detrás de cada rostro perdido en las calles.
Kevin se convirtió en su primer hijo adoptivo en esta lucha. Con el tiempo, la nortesantandereana ganó su confianza, le brindó ayuda y apoyo emocional. Sin embargo, su destino ya estaba marcado.
Un día, su foto apareció en la portada de un periódico, solo se veían sus piernas, pero ella supo de inmediato que era él. “Me dolió en el alma, pero lo que más me impactó fue cuando contacté a su familia y su mamá me dijo: ‘Por fin él descansó y descansé yo’”. Ese fue el primer golpe de muchos que vendrían después.
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Una madre para los olvidados
María Elena, quien actualmente estudia trabajo social, no solo ofrece comida y abrigo a los habitantes de calle, sino que creó una comunidad basada en el amor y la confianza.
“Yo siempre he dicho que ellos crecieron con mis hijos y como mis hijos”, contó. Sus dos hijas, que hoy son adultas, la han acompañado en su labor desde que eran pequeñas, jugando y compartiendo con aquellos que muchos evitan mirar.
Su cercanía con los habitantes de la calle es tan profunda que ellos mismos la convirtieron en su referente de apoyo y protección.
“Ellos dicen: ‘La que nos cura la pecueca y la chucha es ella, y nadie más nos puede venir a decir algo, porque ella es la que siempre ha estado con nosotros’”. Para ellos, María Elena no es solo una voluntaria, es una madre, una amiga, una luz en la oscuridad.
Sin embargo, su camino no está libre de tragedias. Además de Kevin, ha perdido a muchos otros hijos en la calle. En diciembre de 2024, durante una de sus tradicionales jornadas de velitas, un joven le confesó su deseo de cambiar, de dejar la heroína y tener una vida mejor.
“Ese día, su deseo fue tener una nueva oportunidad. Pero el 5 o 6 de enero de este año, me lo mataron”, dijo con la voz entrecortada. Historias como estas son las que más duelen, las que le recuerdan que aún queda mucho por hacer.
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Luchando contra la adversidad
El mayor obstáculo en su labor es la falta de recursos. “A veces nos piden ayuda y no tenemos cómo brindarla. Buscamos apoyo en las EPS, pero solo nos dan tres meses de atención médica, y eso es insuficiente. Sostener una adicción es caro, pero salir de ella es mucho más costoso”, explicó la mujer de 42 años.
A pesar de las dificultades, sigue adelante, organizando jornadas humanitarias semanales donde ofrece alimentación, atención médica y apoyo emocional. Su objetivo no es solo brindar ayuda inmediata, sino trabajar en la reintegración social y la reconstrucción de la dignidad de estas personas.
Su liderazgo y compromiso la llevaron a ser reconocida en todo el país, y su postulación al Premio Mujer Cafam 2025 es un reflejo del impacto que logró. Para ella, este reconocimiento no es solo personal, sino una voz para todas las madres que perdieron hijos en las calles y para quienes aún luchan por recuperarlos.
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Un futuro lleno de esperanza
María Elena sueña con ampliar su impacto, con tener los recursos suficientes para brindar más oportunidades a sus “hijos”, crear su propia fundación y con inspirar a otros a sumarse a esta causa.
“El amor siempre nos mueve. Es el amor que siento por ellos lo que me impulsa a seguir adelante, a no rendirme”, afirmó con determinación.
María Elena Hernández, la Mujer Cafam de Norte de Santander, es un ejemplo de que el amor puede cambiar vidas. Su luz sigue brillando en las calles, iluminando el camino de quienes han sido olvidados, recordándonos a todos que aún hay esperanza.
El próximo 6 de marzo se llevará a cabo la ceremonia en la que se premiará a la Mujer Cafam 2025 a nivel nacional. En este evento, la nortesantandereana competirá con 30 candidatas más, quienes también han sido reconocidas por sus esfuerzos y logros en beneficio de sus comunidades.
Durante la ceremonia, se conocerán sus historias, los departamentos que representan y el impacto social que cada una ha generado en su entorno. Un momento crucial en el que se celebrará la labor incansable de mujeres como María Elena, que, a través de su dedicación y entrega, transforman la vida de miles.
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