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Editorial
Vuelve a escalar el lenguaje
Ninguna solución al suministro de medicamentos,  la aprobación de cirugías o del pago de las deudas se produce hablando de ‘rateros’ o de ‘mentirosos’.
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Colprensa
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Jueves, 17 de Julio de 2025

Muy poco duró la dicha del compromiso asumido por el presidente Gustavo Petro ante la Iglesia católica de moderar el lenguaje. Ni un mes duró su promesa para desescalar la palabra.

El país asistió la noche del 15 de julio de 2025 a un discurso cargado de diatribas y acusaciones contra diversos sectores de la vida nacional, empezando por los medios de comunicación. Una hora y 48 minutos se extendió la alocución presidencial, que se caracterizó también por usar el espejo retrovisor para señalar a sus antecesores por la crítica situación del sistema de salud.

Volvió a mostrar el jefe de Estado su animadversión hacia la prensa  cargando contra el derecho a informar y ser informados y haciendo graves señalamientos, sin pruebas, contra los propietarios de los medios.

En lugar de lanzar cuestionamientos relacionados con el dramático informe de la Contraloría General de la República sobre la salud financiera de las EPS, el presidente y sus ministros deberían dedicarse a solucionar la delicada situación que afronta el sistema de salud en Colombia.

Ninguna solución al suministro de medicamentos,  la aprobación de cirugías o del pago de las deudas se produce hablando de ‘rateros’ o de ‘mentirosos’. Los pacientes y usuarios reclaman que se les brinde atención oportuna y adecuada y eso lo tiene que garantizar el Estado.

Actuar como estadista es lo que el país requiere de Petro en momentos de crisis como los que se atraviesan hoy. No necesitamos un presidente que esté en permanente confrontación porque dicha actitud  genera escenarios de división y lucha de clases que no trae nada bueno. 

En esa línea de acción se requiere que  el primer mandatario proceda a trazar los objetivos y a dirigir el país, mientras que por el otro lado, si las circunstancias lo ameritan, pues que su gobierno acuda a las instancias judiciales a  instaurar las respectiva denuncias y demandas que considere y de esa forma reducir la atención de los asuntos de Estado desde los micrófonos, las cámaras o las redes sociales.

Hay algo más que está inquietando al ciudadano de a pie y es que Petro ahora fustiga considerando de traidores a diversos miembros de su gabinete, en algo que más bien puede ser una estrategia para la excusa perfecta de que no pudo desarrollar su cambio prometido porque parte de los ministros hacían todo lo contrario a sus espaldas.

El otro interrogante a resolver es que si el presidente rompió, desatendió o no siguió acatando aquel pacto para desarmar la palabra, ¿eso significa su radicalización y que los márgenes de negociación con el fin de distender el ambiente de polarización  se estrecharon y las opciones que quedan son muy pocas? 

Dos conclusiones: La unidad nacional no se escuchó por ningún lado, mientras que resultó sorprendente observar  a un Petro con síntomas de supremacista blanco cuando cuestionó al  ministro de la Igualdad, Carlos Rosero,  diciéndole: “a mí nadie que sea negro me va a decir que hay que excluir un actor porno que creó el sindicato de trabajadores sexuales…”.


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