Para enfrentar a las bandas transnacionales multicrimen que se han convertido en un grave problema para la seguridad ciudadana en diversos países de la región, es necesario que también se formara una unidad de las autoridades continentales para combatirlas. Sin embargo, al mismo tiempo sería bueno que se aclaren dudas expuestas por organizaciones no gubernamentales.
Acabamos de asistir a un megaoperativo en la cárcel venezolana de Tocorón, considerada la base de operaciones de la temible banda del Tren de Aragua.
Escuchando los reportes periodísticos hela la sangre escuchar que por lo menos 5.000 miembros de esa organización delincuencial hacen de las suyas fuera de las fronteras venezolanas, como por ejemplo en Colombia, Chile, Bolivia y Perú, donde han perpetrado miles de hechos delictivos.
Tras la operación de liberación Cacique Guaicaipuro, el centro penitenciario Tocorón pasará a un proceso de reestructuración y será desalojado por completo, mientras que los penados fueron enviados a otras cárceles para restarles la posibilidad de contar con opciones de mando y procurar cortarles el contacto con los miembros de la banda que están en las calles delinquiendo.
Aunque a primera vista todo haría indicar que la acción aliviaría en algo la presión que sobre la inseguridad en parte de Suramérica ha causado dicha banda, habrá que esperar el correr de los acontecimientos y que las aguas se decanten.
Lo anterior en razón a lo expuesto por el Observatorio Venezolano de Prisiones: “Como organización estamos a favor de que se retome el control de las cárceles que están bajo el manejo de clanes criminales, pero no creemos en tomas negociadas para que los estos se vayan y no paguen por los crímenes cometidos”.
Para que esa inquietud se aclare, al gobierno del vecino país le corresponde mostrar a los principales cabecillas del Tren de Aragua que estaban en la prisión intervenida para descartar las versiones que hablan de que posiblemente algunos de esos reos poderosos escaparon por túneles y se resguardaron en las montañas cercanas.
Confiaría tanto la comunidad venezolana como la internacional que el gigantesco operativo en el penal desde donde actuaba el máximo cabecilla llamado Niño Guerrero, provoque el famoso efecto dominó para cerrarle el paso a la expansión y poderío de la organización criminal que también es muy conocida en Cúcuta.
Es decir, como ocurre aquí, las celdas son oficinas para la continuación de las operaciones delincuenciales, y en donde los cabecillas siguen mandando, sin ningún control por parte de los organismos de seguridad del Estado y de las autoridades penitenciarias.
De acuerdo con el historial delictivo, el Tren de Aragua apareció en 2014 en actividades como secuestros, robos, drogas, prostitución y extorsión, para expandirse a la explotación ilegal del oro en un país que cuenta con ricos yacimientos auríferos.
Posteriormente, a la par de la crisis humanitaria generada por el éxodo de venezolanos huyendo de la crisis política, económica y social de Venezuela, cientos de miembros de la banda del Tren de Aragua aprovecharon para extender sus tentáculos al exterior.
Llegaron, entre otras, a montar su imperio criminal en la frontera colombo-venezolana, especialmente en Cúcuta y luego se adentraron hacia otras ciudades colombianas como Bogotá, y en diversas regiones se enfrenta al Eln y a las Autodefensas Gaitanistas.
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