

Cinco nombres ha tenido ese proyecto y la carretera nada que hace tránsito hacia la realidad. Hubo dos documentos Conpes y todo siguió igual. Hay un Plan Catatumbo y en lo que terminó la región fue convertida en zona de guerra y del peor desplazamiento del que se haya tenido conocimiento en Colombia.
Las declaraciones del obispo de Tibú, monseñor Israel Bravo a La Opinión, son la ratificación sobre como los gobiernos -o mejor, el Estado- prometen ríos de leche y miel que terminan siendo espejismos de ilusiones que se desvanecen ante un presente de inseguridad, pobreza
Lo mismo pasa con los cultivos ilícitos que hoy cubren 43.000 hectáreas del Catatumbo, muchos planes, hasta el señalado en el Acuerdo de Paz con las Farc, pero ninguno echó frutos, como sí lo ha hecho el narcotráfico.
Hay un juego desde la institucionalidad del centro del país que actúa y opera para dar a entender que quiere salvar a esa zona, pero en la práctica ha ocurrido todo lo contrario al estar condenada a la violencia y el abandono.
Debemos acompañar ese campanazo del obispo cuando advierte que al Catatumbo lo quieren hacer ver como un territorio fracasado, y por tal motivo exigir que ya es justo y necesario que haya un cambio hacia la inversión, el control territorial, el combate de los violentos y dejar abiertos caminos de paz pero sin que la fuerza pública quede maniatada.
Es que al Catatumbo hay que liberarlo de esa condena de un Estado promesero que finalmente le ha dado la espalda al incumplir con las inversiones y permitir que los grupos armados organizados lo hayan convertido en una zona que alimenta sus economías ilegales y donde ejercen control y presión sobre las comunidades.
De lo planteado por el obispo de Tibú, uno de los municipios fuertemente golpeados por el conflicto armado, aparece un mensaje que bien puede ser para el presidente Gustavo Petro y los demás poderes públicos: “en el Catatumbo confluyen todos los problemas de Colombia”.
Algo que implica que es un problema estructural nacional donde, por ejemplo, la Paz Total naufragó y miren lo que ocasionó; los proyectos para las regiones se quedaron en el papel o avanzaron a medias y vean en lo que desembocó, y si a eso le agregamos unos campesinos sin programas integrales que promueva la producción agrícola y pecuaria y sin vías para sacar sus productos, pues la hoja de coca se volvió, para muchos su sustento familiar.
Aprovechando que monseñor Bravo asegura que el Catatumbo no está condenado al fracaso por todas las riquezas que tiene, es el momento de preguntar cuándo empezarán las billonarias inversiones para esa subregión del departamento.
No hay tiempo que perder. Es muy razonable en ese aspecto lo dicho por el obispo de Tibú al hablar de la Conmoción Interior: “Hasta el momento he visto que se han firmado decretos, que se han hecho muchas promesas y la confrontación armada sigue en el territorio y mientras eso no se logre frenar, estabilizar, esto seguirá siendo un buen anhelo y un buen deseo”.
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