Ya era justo para los habitantes del Catatumbo que uno de los grupos armados ilegales que hizo estallar la guerra a mediados de enero de este año les diera un respiro al anunciar el cese del fragor del conflicto entre Navidad y Año Nuevo.
Pero es de tal magnitud el daño hecho que esa especie de tregua temporal unilateral no reparará lo hecho y la desconfianza persistirá.
Es que, sin duda, las heridas dejadas por esa organización en la subregión nortesantandereana y en el área metropolitana de Cúcuta no se cerrarán tan fácil ni las consecuencias desaparecerán de la noche a la mañana.
Y ahora que el Eln, al que Estados Unidos considera organización terrorista y el Ministerio de Defensa señala de cartel del narcotráfico, determinó este cese del fuego hay que reclamarle que no sea otra maniobra para expandirse o de planeamiento de nuevas operaciones criminales como la que hoy desangra el Catatumbo.
A esto que hace hoy el Eln, de sacar una bandera blanca -no sabiendo si hay propósitos escondidos- no hay que agradecérselo ni aplaudírselo porque lo lógico sería que no estuviéramos en medio de este desbordado conflicto armado con esta agrupación a la que se le han dado numerosas opciones para llegar a la paz.
La desconfianza ciudadana surge de los violentos movimientos hechos por el Eln que ataca a la población civil, avanza en la urbanización de las acciones armadas propias de su accionar en los territorios y que ha copiado modelos como el de los paramilitares para copar territorios.
Así que nada que celebrar ni nada que aplaudir y en cambio sí mucho que exigirle, reclamarle y condenarle a un Eln que sigue creyendo que la lucha armada es la salida a los problemas cuando en realidad es generador de mayor sufrimiento en medio del desprestigio generado por tener como fuente ilegal de financiación al narcotráfico.
Norte de Santander y la zona de frontera con Venezuela alzan su voz para reclamarle que más allá de este muy corto cese del fuego decembrino asuma una promesa para 2026 de sentarse a negociar la paz sin puertas falsas ni la tendencia de dialogar y dialogar para luego romper la mesa y levantarse con mayor poderío, como sucedió en 2025.
Porque es que, además, el Eln al cruzar hacia territorio venezolano ya no solo para mantener allí su retaguardia, sino para convertirse en un actor con incidencia en áreas como el estado Apure y tener fuertes lazos con el régimen venezolano y el famoso cartel de Los Soles, adquirió una connotación que lo convierte en actor violento de alta peligrosidad y presencia extendida en territorios más extensos.
Coincidiendo con este cese del fuego -que ojalá cumpla- InSight Crime reveló un informe denominado ‘Efecto espejo: el dominio del Eln en el eje fronterizo entre Arauca y Apure’, que nos confirma que al convertirse en grupo guerrillero binacional, la paz resultaría más complicada de conseguir, como se ha confirmado con sus ataques contra la ‘Paz Total’.
En medio de la nueva estrategia estadounidense en su lucha contra las drogas y la calificación de terroristas a los carteles del narcotráfico, el hastío interno contra la violencia, le inseguridad desatada y el descalabro en los planes para la salida negociada del conflicto, son pocas las opciones que le quedan al Eln si en realidad quiere dar el paso en la dirección correcta para contribuir con la paz duradera en Colombia.
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