Mucho ha pasado en la vida de Luis Díaz desde aquel nueve de julio de 2021, cuando con sus dos goles frente a la selección peruana, Colombia alcanzaría el tercer puesto en la Copa América: ganó dos títulos con el Porto de Portugal, y cuatro con el Liverpool de Inglaterra. Su padre Luis Manuel fue secuestrado y liberado, vino al mundo su segunda hija, le anotó dos goles históricos a Brasil, y se convirtió en un referente mundial. Sin lugar a duda aquella copa en el país del samba, donde además fue goleador y nombrado jugador revelación, dividió en dos la vida de la estrella colombiana.
“Estoy ready -listo- como siempre para la selección”, contó a su llegada a Barranquilla el pasado 24 de mayo, cuando se incorporaba con la tricolor. Lucho es un hombre tranquilo, de pocas palabras, que claramente prefiere estar bajo los reflectores en una cancha, que delante de ellos en una entrevista. Su gentil silencio es ya habitual entre el público y periodistas.
“Está muy enfocado en la competencia, no queremos molestarlo, ni decirle nada que lo desconcentre. Te aseguro que cuando pase todo esto, hablaré con él y veremos qué se puede hacer”, me dice su agente Carlos Van Strahalen, ante mi solicitud de entrevista. Por si fuera poco, el director técnico de la Tricolor Néstor Lorenzo copió mucho de su maestro José Néstor Pékerman en procesos anteriores: eso de tener al equipo alejado de la prensa, del público, de cualquier distracción, es lo suyo. Y a Lucho le cae muy bien el asunto.
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Ahora estamos en el estadio Rentschler Field de la ciudad de East Hartford Connecticut, es 15 de junio y la selección Colombia enfrenta a su similar de Bolivia en su último partido de preparación antes de la Copa América. Díaz juega un excelente partido, y tal es la locura que genera en la afición que un niño invade el terreno ante la mirada de millones de espectadores. El pequeño no solo comparte nacionalidad con el astro, sino casualmente su apellido: su nombre es Dylan Díaz. Lucho lo abraza, lo besa, y con un simple gesto de su mano, le pide al oficial de seguridad que tenga calma con el chico. El encuentro finalizó 3 a 0 y la selección llega a su partido número 23 invicta. Al finalizar el partido lo veo salir raudo al bus, agotado y bastante golpeado en su pierna izquierda. Me saluda con una sonrisa mientras me afirma que “este es nuestro momento, vamos a aprovecharlo al máximo. Las cosas nos están saliendo bien, y esperamos que así sigan”. Todo esto mientras una nube de personas de la Federación colombiana, protegen celosamente a la estrella del combinado patrio.
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Para nadie es un misterio que ser hincha de la selección es más de amor ciego que de realidades, puesto que, en 98 años de participaciones, solo se ha alcanzado un título, y fue también en el ya lejano 2001. Como dirían las abuelas, los colombianos amamos a nuestra selección por los cuentos, no por las cuentas.
Dijo alguna vez el Maestro Francisco Maturana, que “la historia se escribe todos los días”. Y para Colombia y para Lucho, llegó el momento de hacerlo en letras mayúsculas. Equipo hay, ahora hay que revalidarlo. La hora cero llegó y nuestro primer rival -y ojalá víctima- será Paraguay. Equipo históricamente venido a menos, pero no por eso hay que confiarse. Los colombianos lo sabemos. Pero lo más importante, es que seguramente, Luis Díaz también.
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