Muchas mujeres anhelan tener hijos y hacen esfuerzos para ser mamás ejemplares y superar los retos que se les presentan en la vida y la crianza. Este es el caso de Julieth Villabona, una cucuteña que a pesar de sus obligaciones diarias como docente y líder de su propia empresa, siempre saca tiempo para su labor más importante: ser mamá.
Hace 5 años, ella se convirtió en madre de la pequeña Isabella y desde el primer momento anhelaban su llegada, junto a su esposo. Después de nacer, ese 10 de marzo del 2016, la pequeña vivió diversas complicaciones, entró a cuidados intensivos y cuidados intermedios.
Al pasar 18 meses notaron algo diferente en el proceso natural de crecimiento de la pequeña “pasaron unos meses más y nos dirigimos donde los especialistas, quienes nos orientaron”, afirmó.
Algo nuevo
Al pasar el tiempo evidenciaron en su hija unas acciones y aptitudes diferentes descubriendo que Isabella tenía autismo (afección relacionada con el desarrollo del cerebro que afecta la manera en la que una persona percibe y socializa con otras, lo que causa problemas en la interacción social y la comunicación) e iniciaron un proceso de terapias.
El autismo es un espectro, por eso, no todos los niños están en el mismo nivel. Ante esto, Julieth dijo que Isabella tiene un nivel muy leve y recalcó que es verbal.
“Desde hace dos años y medio estamos en terapias, aunque, al principio fue un poco complejo, con el tiempo tomamos en cuenta los consejos que nos daban y todo fue mejorando. Actualmente, ella reconoce texturas, se comunica muy bien y es un avance muy positivo”, comentó Villabona.
La pequeña ha crecido en un ambiente muy familiar y lleno de amor, sus abuelas materna y paterna, están siempre dispuestas para su atención. “Mi experiencia como madre ha sido muy compartida, porque yo, el papá, los abuelos y demás familiares cada uno tiene su rol muy marcado en la crianza de mi hija. Entre todos la ayudamos a crecer”.
Esta madre afirma que Dios la bendijo “con un esposo maravilloso y nos caracterizamos por compartir todo. Al enterarme que mi hija venía con esa condición, fue bastante complejo, pero tomamos una buena posición ante la situación y empezamos a buscar soluciones”.
Aprendizaje mutuo
A pesar de tener un nivel bajo de autismo, en algunos casos, la niña no comprende las normas de comportamiento frente a la sociedad, lo que la hace pensar “que no le importa nada”.
Para la mamá, el aprendizaje y todas las enseñanzas han sido de Isabella hacia ella, empezando por dimensionar la alegría y el mundo de manera diferente. Además, considera que se ha convertido en una persona más empática y con mayor paciencia.
“Todos los domingos somos completamente de la niña, ambos trabajamos entre semana y son las abuelas quienes la cuidan cuando no estamos, por eso son indispensables en el crecimiento de ella”, mencionó Julieth.
Inclusión
Los niños autistas físicamente no tienen unos rasgos característicos o distintos a los demás. Por eso, ante episodios de rebeldía, en ocasiones son juzgados, desconociendo esa condición.
“Mi hija puede durar en un episodio alrededor de dos horas, por no sentirse cómoda y uno intenta calmarla, pero es imposible. Por eso, al salir con mi hija siempre lo hago junto a mi esposo, porque es una niña muy ágil, que no atienda a las órdenes y en cualquier momento se me puede escapar de la mano”, recalcó la mamá.
También considera que hace falta más inclusión, porque las personas son muy intolerantes cuando su pequeña hace un episodio.
“Como mamá digo a las demás mujeres que deben estar pendientes en el proceso del crecimiento de sus hijos, actualmente existe una cantidad de situaciones que no se les da importancia y al ser tratadas a tiempo, pueden mejorar el futuro y la calidad de vida de sus hijos”, finalizó.
Según la fundación Brincar, la gente con autismo percibe el mundo en forma diferente. Ve detalles que otros no ven y tienen dificultades en procesar los diferentes estímulos. Por eso, los lugares, personas o rutinas nuevas le representan un desafío. Sostener la mirada del otro puede resultarle amenazante; por eso evita el contacto visual.
“A una persona con autismo le cuesta expresar lo que siente, así como también entender lo que les pasa o sienten los demás. Tienen gustos e intereses restringidos. Por ejemplo, un niño puede interesarse específicamente por los dinosaurios y casi por nada más. Realizar tareas repetitivas les sirve para ordenar un mundo que percibe caótico, por ejemplo, ordenar cajas en fila una y otra vez. La detección temprana mejora considerablemente el pronóstico. Cualquiera puede nacer con autismo y no hay manera de prevenirlo”.
Caminar con ellos
Jorge Eslava, médico especialista en neurología y neurólogo de niños, mencionó a La Opinión que todos los niños son distintos. Entonces cada uno tiene su propio y peculiar perfil, por eso no hay una receta universal para enfrentar esas enseñanzas o crianzas sobre todo en los menores con autismo.
El neurólogo aconseja que siempre deben preguntarle y hacerle entender a los pequeños “¿con que luz quieres brillar?”, con el fin de enseñar que se vale cualquier forma para sentirse iluminado.
También destacó que los niños y niñas con autismo prefieren una vida más centrada en sí mismos y eso hasta cierto punto deben respetarlo. “Le digo a cualquier mamá, que los hijos están para amarlos, para tomarlos de la mano y caminar con ellos hacia donde sea que los lleven sus instintos y deseos”.
El profesional recalcó que se deben tener en cuenta tres elementos para su formación:
Respeto a la diversidad: todos los niños son diferentes y no se pueden llevar a un patrón único o normal, por el contrario, respetar su individualidad.
Diverso sí, pero armónico: apoyar al menor en crearse una armonía con el entorno. Es decir, que pueda funcionar entre los demás, sin ser agresivo o violento.
Armónico consigo mismo: facilitarle las herramientas al menor para que pueda socializar de la mejor manera y encontrar gratificación al comunicarse, aunque no disfrute de las mismas cosas.
Redacción | Mayerly Gómez Carvajal