Cuenta la leyenda que un 13 de mayo de 1917, tres jóvenes hermanos que pastoreaban en el pueblo de Aljustrel, en la freguesia portuguesa de Fátima, fueron testigos de una aparición milagrosa de la Virgen María, que entre truenos, les dijo que regresaría los días 13 a la misma hora para seguir revelando sus misterios.
A partir de ahí, esta devoción mariana sobrepasó los límites locales y se extendió a varias zonas del mundo, entre ellas, el barrio San Miguel, ubicado en la Comuna 9 de Cúcuta.
Desde el año 1952, en la parte alta de este barrio se coronó la cima con un monumento en honor a la virgen de Fátima, emblema religioso que se elaboró en la misma zona, desde la casa del escultor Misael Gutiérrez, y un 13 de mayo del mismo año se dio la inauguración al mirador, en réplica al mismo que se encuentra en Portugal.
“Es una fiesta a la que a veces no se le da mucha importancia, pero para nosotros tiene un gran valor. Antes de pandemia, era una celebración muy bonita que iniciaba con una misa en la Iglesia San Antonio de Padua o en Santísima Trinidad y terminaba aquí en el monumento de Fátima”, relató Luz Marina Ruiz, edil de la comuna y presidenta de la Junta de Acción Comunal.
Ruiz recuerda cuando la Policía Nacional llevaba un grupo de danza y una banda musical, que contribuían al carácter cultural y religioso de la celebración. Sin embargo, por la situación actual en la que se han procurado evitar las aglomeraciones, el sentido de las romerías ha cambiado.
Las personas suben de vez en cuando, pero ya no en numerosos grupos como antes.