Las segundas oportunidades existen, y Harold Johan Sierra Tello es prueba viviente de ello. Luego de haber vivido durante nueve años en condición de habitante de la calle, encontró la manera de comenzar de nuevo. Ahora, luego de una fuerte experiencia, utiliza sus vivencias para transformar con proyectos culturales la realidad de jóvenes vulnerables del área metropolitana mediante el arte y el rap.
Natal de Villa del Rosario, Sierra habitó las calles desde el 2002, divagando de un lugar a otro sin rumbo fijo, hasta que un día, cual ángel, apareció una familia cristiana que le tendió la mano y trazó una nueva visión para su vida.
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“Luchando contra la fuerza de la ansiedad, inicié mi proceso de recuperación y, desde ese momento, decidí hacer música con un mensaje cristiano en los autobuses de la ciudad, para llevar ese testimonio de lo que había logrado durante seis meses”, relató Sierra.Después, ya reformado por completo, se le abrió la oportunidad de estudiar Comunicación social, una carrera que, según cuenta, le permitía tener acercamientos a las comunidades y ser gestor de cambio para la sociedad.
En 2018, recibió su título en la Universidad de Pamplona cuando tenía 33 años. Desde entonces, ya estaba enfocado en hacer proyectos sociales con comunidades flageladas por el consumo de estupefacientes.
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Renovado como comunicador social, también ha estado vinculado en algunas entidades como formador, como la Fundación El Faro (del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf), donde ha trabajado terapias de vida con personas que han incurrido en algún tipo de delitos.
Pero es la fundación cultural y social 5ta con 5ta Crew la que se ha convertido en su casa. En 2019, asistió a los municipios de San Calixto, Teorama y El Carmen, de la zona del Catatumbo, donde hizo parte del proyecto ‘Catatumbo hereda la paz’ como asesor pedagógico y tallerista de rap.
“Después entré a trabajar con jóvenes que han sido víctimas del conflicto armado, gracias a que la 5ta con 5ta me abrió las puertas en temas de paz, memoria histórica y restablecimientos de derechos a poblaciones de Juan Frío, Palmarito, Guaramito, Puerto Santander y el Catatumbo”, comentó.
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Proyectos actuales
“En el centro de la persona que soy hoy, la voluntad de haber cambiado mi vida, se la agradezco a la búsqueda de Dios, a quien me acerqué de una manera muy personal para darme cuenta de que sí podía ser otra persona”, manifestó.
Sin embargo, muchos de quienes eran sus amigos cuando vivía en su anterior condición, aún permanecen en las calles, luchando contra sus adicciones. Por ellos y por otras personas es que se ha propuesto ayudarlos a salir de ese mundo.
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En la actualidad, es el representante legal de la Fundación Neonorte, en la que han sido ganadores de algunas convocatorias de la Secretaría de Cultura y Turismo de Cúcuta con sus propuestas en pro del trabajo con habitantes de la calle, despacho con el que ha comenzado a formarse como gestor cultural.
“La prioridad de mi labor es trabajar en favor de los jóvenes con problemas de adicción a la droga, ayudándolos en su proceso de rehabilitación con apoyo psicosocial, pero también con un componente importante que es el arte en sus distintas manifestaciones: música, dibujo y rap”, relató.
Las batucadas juveniles son sus principales formas de concentrar múltiples talentos con los jóvenes barristas de la Banda del Indio, gracias a los ritmos rápidos y repetitivos de percusión musical.
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“Aunque aún soy novato como gestor cultural, estoy aprendiendo con el deseo de lograr muchas cosas grandes y ayudar a cambiar la vida de muchos jóvenes en condición de calle, en especial quienes toman la decisión de rehabilitarse”, agregó.
Uno de sus proyectos más gratificantes fue brindarles a los jóvenes en rehabilitación la oportunidad de subir a un escenario a tocar instrumentos el 23 de diciembre de 2020, frente a las cámaras del Canal Tro, equipados con un vestuario especial y preparación previa al concierto.
La historia del rap
Acompañado con el grupo ‘Melao con flow’, aprendió a improvisar y rimar en los autobuses del centro de la ciudad, enamorándose cada día más de la música rap hasta hacerla parte de sí, un nuevo hábito al que se entregó con pasión.
“Aunque en un principio me vi influenciado por mensajes negativos, tomé la decisión de que la música que escuchaba tenía que reflejar mi nuevo estilo de vida, así escribí canciones en las que relato mis vivencias con mensajes que hablan de Dios”, agregó.
La práctica en el rap le dio la habilidad para que las palabras le fluyan de manera natural, llegando a improvisar durante más de cinco minutos sin detenerse. Sus sitios predilectos para hacerlo son la cárcel, centros de rehabilitación, colegios y ancianatos.
“No hago rap para ser aplaudido, sino para servir y llegar al corazón de quienes lo puedan escuchar”, precisó.
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