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El barrio Santa Clara de Cúcuta busca mayor visibilidad y reconocimiento
Aunque muchos lo suelen confundir con el Santa Clara de Los Patios, en este sector de la Comuna 4 se venden las famosas morcillas de la señora María Guzvina.
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Ronaldo Medina
Ronaldo Medina
Martes, 18 de Mayo de 2021

En la Comuna 4 de la ciudad, existe un barrio pequeño de no más de tres calles llamado Santa Clara. Pero no es el Santa Clara camino al municipio de Los Patios que todos conocen, ni el barrio Nuevo Santa Clara, de la misma comuna, con el que muchos se confunden.

Se trata de un sector conexo al anillo vial oriental, por la vía Boconó, que permanece en busca de visibilidad y mayor reconocimiento desde hace más de 50 años.

“Somos uno de los pocos barrios de Cúcuta que se conforman por familias enteras, como los Correa, Santos Díaz, Suárez, Montaña, Sierra, aquí solo se encuentran núcleos familiares grandes y no particulares”, mencionó Margarita Santos, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC).

Por eso mismo, en Santa Clara todos se conocen, y no dudan ni por un segundo al asegurar que son alrededor de 600 personas organizadas en 130 casas, un territorio con alto porcentaje de adolescentes, asociaciones de mujeres y al menos unos 75 adultos mayores.

Esa particularidad es la que los ha mantenido seguros durante mucho tiempo, y muy rara vez suelen escuchar sobre algún robo o algún hecho de inseguridad.

La lucha por las obras ha sido constante

Hace 20 años, por medio del Instituto Municipal para la Recreación y el Deporte (IMRD), consiguieron la construcción del parque, pero fue hasta hace dos años que lograron gestionar el encerramiento del lugar.

La cancha siempre ha sido de tierra, y durante casi 30 años permaneció destapada, hasta que recibieron una donación para bloques y encerramiento de parte de Feconcretos.

“El 5 de marzo la cancha no estaba iluminada, pero con Alumbrado Público se logró una gestión para cuatro lámparas allí y dos farolas en el parque. Ahora estamos en espera de once luminarias más que ya están presupuestadas”, dijo la presidenta de la JAC.

De esas once faltantes, ocho se destinarán para el paso peatonal de la vía principal en la avenida 1, concurrida por el paso de estudiantes hacia sus instituciones educativas, en su mayoría, de San Martín.

Hasta la fecha, los postes y el cableado ya están instalados, a la espera de las luces. Es una de las necesidades más urgentes, porque, aunque no es un barrio al que consideren inseguro, la oscuridad se podría prestar para otros temores.

Esa misma zona también está destapada y en tierra; cada vez que llueve, el paso se les dificulta, por lo que piden una intervención de la Secretaría de Infraestructura Municipal. Las demás fueron pavimentadas gracias a acuerdos en comunidad-gobierno.

“Por acá no nos ha visitado ninguna administración desde hace varios años. Somos nosotros quienes tenemos que pasar oficios de nuestras necesidades, y ni así nos dan respuesta. A pesar de que somos un barrio pequeño, nos tienen abandonados y no sabemos por qué”, relató la líder comunal.

La cancha sirve de lugar para encuentros comunales.

 

La odisea del transporte

Cada vez que necesitan desplazarse, los habitantes de Santa Clara caminan hacia el anillo vial oriental, donde pasa la única ruta de transporte, pero después de las 7:00 de la noche prefieren no salir, porque no hay forma de regresar.

“Nos gustaría que se hiciera un análisis para que pueda ser extendido el horario del transporte. En muchas ocasiones nos vemos necesitados, y luego de esa hora, la única forma de movilizarse es en taxi”.

Las actividades quedaron congeladas

Por ser un barrio que la mayor parte del tiempo ha permanecido invisible al municipio, sus mismos habitantes han sido quienes se organizan con bazares para recolectar fondos que puedan invertir en obras.

Pero la pandemia los ha imposibilitado de continuar. Antes siempre celebraban la fiesta de los niños, el día de las madres y otras fechas especiales.

“Nos reunimos en el parque o en la cancha, porque aquí no hay salón comunal ni espacio para construirlo”, expresó Santos.

Tenían reservado un lote para levantarlo, pero por tratarse de un callejón, no fue posible. En primera instancia, porque la mayor parte de las zonas disponibles para la casa comunal son de propiedad privada, y en segundo lugar, porque el ordenamiento territorial no lo permite.

“Cuando se necesita, por alguna reunión de presidentes de la comuna o algún evento, nos desplazamos hacia el barrio San Martín”, relató Santos.

Lo mismo ocurre con la iglesia y centro de salud, acuden a Santa Ana, Boconó o San Martín por ser los más cercanos.

María Guzvina lleva más de 30 años con el negocio de las morcillas.

 

Las famosas morcillas de Santa Clara

Tal vez a Santa Clara no muchos lo conozcan, pero un buen número de cucuteños ha probado al menos una vez las famosas morcillas de la señora María Guzvina, quien desde hace más de 30 años las vende a la salida del barrio, al anillo vial oriental.

Cada viernes se despierta a las 3:00 de la mañana con el mayor amor y entrega por cumplir con el oficio que le ha dado su sustento diario.

Lo primero que hace es lavar los 5 kilos de arroz y cocinarlo en el fogón, luego pica los ingredientes, desgrana las arvejas y frita los chicharrones.

Después vierte un litro de sangre en el arroz, y cuando los ingredientes están listos, los mezcla y los rellena en las tripas de cerdo que guarda en su nevera. A esa hora le han dado las 7:00 de la mañana, un trabajo en el que se suele extender hasta las 9:00.

A sus más de 75 años, el humo de la leña le ha afectado la visión, pero fue con este oficio que pudo sacar adelante a sus ocho hijos. Algunos la ayudaron durante varios años en la labor, hasta que decidieron formar sus propias familias.

A las 4:00 de la tarde ya tiene listas las 100 morcillas que se agotan en menos de dos horas, porque desde temprano sus clientes más fieles se han deleitado de su sazón casero.

Aunque muchos le cambian el nombre a Rufina o Yusvina, Guzvina ha mantenido siempre esa misma sonrisa y pasión por su trabajo que la caracteriza.

Los fines de semana y festivo prepara carnes que, al igual que las morcillas, desaparecen tan pronto como están listas.

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