Un fallo de tutela, de esos que le devuelven los derechos a los ciudadanos indefensos, uno de los más importantes logros de la democracia en la Constitución de 199l, retornó a nosotros los ancianos, los viejitos, el derecho a salir a la calle, a ir al café, a reunirnos con los amigos y en fin, a gozar en paz los últimos años de la vida, que han sido afectados por virus chino que nos mostró que no éramos los dueños sino apenas inquilinos del planeta.
Una de las geniales ideas del presidente Iván Duque, el acólito del uribismo, fue precisamente, condenar a los mayores de 70 años a un encierro obligatorio que nos prohibió salir a la calle, como hacíamos anteriormente, con el argumento que nos estaban defendiendo del peligro de caer en manos de un respirador artificial y de una situación quen nos alejaba de los parientes y nos aislaba en salas especiales a las que no entra ni una mosca, mucho menos los parientes y compinches. Son las terribles unidades de cuidados intensivos, a las que le tienen miedo hasta los médicos.
La orden despertó de inmediato la rebeldía que tiene todo colombianos que se respete. Personas y entidades serias se disgustaron y de inmediato surgió un movimiento de protesta, que se denominó “la rebelión de las canas”, de la cual hicieron parte exministros, parlamentarios, personalidades mayores a las siete décadas, que consideraron una ofensa y una falta de respeto contra los mayores el establecimiento de una prohibición de salir a la calle, como no se veía desde la época que estábamos en el colegio. Nos devolvieron a la niñez pero sin ninguna ventaja: solo nos recluyeron en las casas, condenados a ver televisión y repasar nuestra biblioteca.
La rebelión de las canas fue encabezada por famosos ministros de gobierno y de hacienda, quienes señalaron, al igual que personas del montón, que nos estaban condenando a la cárcel sin haber cometido ningún delito. Como era obvio, rápidamente se implantó la tutela, la cual fue fallada a favor de: los solicitantes quienes tenían razón al pedir igualdad y oponerse a la discriminación.
Es posible que la intención del presidente fuera buena, pero no tuvo en cuenta factores como la falta de ayuda para los ancianos, que no cuentan con sitios de recreo u hospitales donde los atiendan prioritariamente. Los viejos somos abandonados hasta por los hijos y no tenemos quien nos ayude en los días finales. Muchos viejos mueren en las calles por falta de ayuda y a ellos debería dirigirse la acción oficial, que no solamente debe atender los problemas de los niños sino también los de los mayores. Ojala algún parlamentario o ministro viejo se acuerde de quienes han colaborado en el progreso del país. No hay que pensar sólo en los niños. Los viejos necesitan una mano. GPT