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Vacas, pollas y gotereros
Mi generosidad con el recién llegado viene de cuna.
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Lunes, 2 de Julio de 2018

Se me vinieron unos amigos a la casa, el día del partido contra Senegal. De llegada les conocí las ganas de ponerme la teja, quizás porque ellos saben de mi amplitud para atender a los visitantes, cosa que ya es proverbial entre mis amistades. 

Aquí llega el rico, llega el pobre, la bonita y hasta la fea. A todos se les da algo, aunque sea un apretón de manos, pero algo se llevan. Aquí amaneció un día cierto gobernador, cantando y tomando vino.

Un cura sin sotana también estuvo tocando tiple y bebiendo, hasta cuando se dio cuenta que era hora de la misa. Venían también algunos políticos amigos, pero mi mujer me prohibió que los siguiera recibiendo pues venían muy engrudados de mermelada y le ensuciaban los muebles. El candidato Petro quiso venir a visitarme en campaña, pero le contesté con el emisario, que ni puel patas se apareciera en mi casa, que estaba adornada con afiches de Duque.

Mi generosidad con el recién llegado viene de cuna. Mis papás, en medio de sus estrecheces, no dejaban ir a ninguno sin su pocillo de aguamielita. Y esa costumbre la heredé yo, gracias a Dios.

Decía que me llegaron ciertos amigos a ver el partido, pero venían con las manos vacías. Mala seña, porque también aprendí de mis papás, que no hay que llegar primero sino hay que saber llegar con algún presente o detalle o un regalo. Puede ser grande, no importa.

Llegaron tres, cuatro, cinco, dos de ellos emparejados, de modo que en un abrir y cerrar de ojos tuvimos siete bocas, catorce manos y catorce ojos encima, mirando hacia la cocina, a ver a qué horas empezaba el reparto.

-¿Qué les vamos a dar a sus amigotes? –me dijo mi mujer, llamándome aparte. ¿Les doy chocolate con pan? Pero no tenemos chocolate, ni pan.

-No se preocupe, yo arreglo todo.

-¿Otra vez va a partir el marranito?

Le dije con la cabeza que no. El marranito está lleno de cinta pegante, de tanto abrirlo para sacarle monedas y volverlo a sellar. Me acerqué a los amigos y les eché un discurso conmovedor: “La situa está jodida. Ustedes saben, la invasión venezolana, el cambio de gobierno y el Mundial nos tienen en la olla. Así que hagamos una vaca”.

-¿Una vaca? –puso el grito en el cielo uno que tiene tres jubilaciones y una venta de empanadas con huevo.

-¿Para ayudarle a De la Calle? -dijo otro.

-Yo no soy ganadero –añadió otro, dándoselas de chistoso.

Se hicieron los machetes y ninguno dio nada. Entonces, sin perder la cabeza, les propuse otra solución: “Hagamos una polla y los que pierdan serán los que invitan”. Nadie dijo ni mú.

-Sus amigotes lo que son es unos gotereros -me dijo mi mujer, y, como siempre,  tuve que darle la razón. 

   No había terminado el primer tiempo cuando empezaron a irse: “Qué pena, pero tenemos otro compromiso”. “Yo sólo vine a saludarlo”. “En otra oportunidad venimos con más tiempo”. Y así, uno por uno, fueron desfilando.

-Se fueron a buscar a quién ponerle la teja –oí una voz desde la cocina. Y yo asentí. Como siempre.

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