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Un experimento novedoso
En medio del encierro aparecen nuevas conductas, algunas se han hecho colectivas y son reiteradas en su manifestación.
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Domingo, 29 de Marzo de 2020

Están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”. Papa Francisco

Vivimos una época convulsionada por la zozobra que causa la enfermedad emergente producida por el nuevo virus. Hay entre los habitantes de muchos países un miedo colectivo, se teme al contagio y sus consecuencias, aunque algunos no le han dado la dimensión que requiere esta pandemia y quieren por gusto propio no darle importancia, incluso desean ser infectados para adquirir defensas que podrían ayudar a la llamada inmunidad de rebaño, aquella que ocurre cuando un número grande de los habitantes de una zona son afectados o fueron vacunados.

Entre las medidas adoptadas para reducir el contagio es primordial el distanciamiento social que utiliza el cierre de escuelas, teletrabajo, evitar las aglomeraciones que, junto al lavado frecuente de las manos, pueden reducir el umbral de personas contagiadas por cada uno que sea positivo y surgirá ese tipo de inmunidad grupal.

La cuarentena voluntaria es el mejor comportamiento que podemos adoptar ante la pandemia y hacer caso a las medidas expresas emanadas de las autoridades. Nada de esto estaba previsto hace un par de meses, se trata por tanto de un experimento que se ha tenido que diseñar sobre la marcha y hacerle los ajustes necesarios según evoluciona el número de casos. No es fácil lograr todos los objetivos, pero son fundamentales los que apuntan a la protección de los ancianos, quienes son los que padecen con mayor rigor esta enfermedad.

El confinamiento es un reto para todos, el gobierno y los ciudadanos estamos comprometidos en esta tarea. Resulta fácil para algunos ajustarse a las nuevas disposiciones, otros encuentran pocas opciones y sobrevivir es más difícil. En esta situación están los que viven en la calle y los que allí trabajan, ellos son los informales, una cantidad enorme de personas que se están exponiendo a enfermar porque no quieren abandonar ese nicho laboral que les asegura el sustento en tiempos normales y buscan que durante la crisis siga siendo así. Las ayudas voluntarias son escasas y las que provienen del gobierno todavía se están buscando.

En medio del encierro aparecen nuevas conductas, algunas se han hecho colectivas y son reiteradas en su manifestación. Es así como los balcones que estuvieron abandonados durante mucho tiempo han adquirido vida, desde ellos se hace compañía que contagia al vecindario, comparten la música y el canto, también los aplausos. Estos últimos son para los miembros del equipo de salud, quienes tienen que ponerle el pecho a brisa que sopla trayendo a este virus,  con una alta probabilidad de contagiarse y enfermar: es aquí cuando se reconoce lo valioso que es para una sociedad el grupo de profesionales que cuidan enfermos y ahí estarán a pesar de las circunstancias hasta cuando se haya conjurado este mal.

Con inteligencia y disciplina social es que podemos salir adelante en procura del menor daño directo o colateral, es el momento oportuno para hacer un esfuerzo colectivo y vigoroso. No tenemos por qué llegar al extremo, está en nuestras manos hacer lo mejor en una circunstancia especial como la actual. Quédese en casa.

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