Lo peor que pudo haber cometido la errática dictadura de Nicolás Maduro, fue haber propiciado la injusta condena a prisión de Leopoldo López, luego de un juicio amañado, armado con pruebas falsas, que dieron lugar a que el propio Fiscal que lo instruyó, huyera del país, cuando se negó a acusarlo en la audiencia de juicio, por considerar que para él, era un grave cargo de conciencia, pedir la condena de quien era víctima inocente de un montaje político.
Con esa arbitraria sentencia, Maduro convirtió a López en la principal víctima de la dictadura, y a su mujer Lilian Tintori, en el símbolo más importante de la resistencia opositora, contra la actual dictadura.
Antes del vil atropello contra Leopoldo, Lilian, apenas, se limitaba a aparecer junto a él, como una simple compañera incondicional, en las actividades políticas de la oposición. Su sonrisa de colegiala y sus diademas de margaritas, la hacían ver como una novia feliz y enamorada, que como una opositora comprometida con un cambio de régimen.
Bastó que Leopoldo, fuera reducido al silencio de una celda aislada, para que en la soledad de su amor herido y atropellado, Lilian Tintori, comenzara a irradiar con luz propia, esa capacidad de liderazgo, que habría de convertirla en la naciente aurora de la rebeldía, contra el sistema despótico, que la había privado del derecho de compartir un hogar feliz con sus hijos y esposo.
Ella, con un discurso sencillo, tranquilo, coherente y generoso, supo controlar el rencor que llevaba por dentro, y poco a poco fue convirtiendo esa rabia justa, en el más influyente y peor enemigo del Gobierno.
Con la fuerza suave de su palabra y con la ternura femenina con que suele mostrarse, ha venido imponiendo en los diferentes escenarios donde hace presencia, un liderazgo que empieza a mostrarla como la persona más importante de la oposición contra el oficialismo.
El Gobierno de Nicolás Maduro, sin proponérselo, ha dado lugar a que Lilian Tintori, se haya convertido en la embajadora internacional de un país cansado de procedimientos arbitrarios y de desastrosas improvisaciones: yendo de un país a otro, lleva su mensaje patriótico, en defensa de los derechos humanos, concediendo entrevistas, asistiendo a congresos y visitando jefes de Estado, en busca de respaldo para sus propósitos democráticos y libertarios. Repitiendo hasta el cansancio la tragedia de un país en manos de una oscura tiranía, que ha violado todo principio democrático y permitido que el engendro ideológico de una falsa y equivocada interpretación del socialismo que nos legó Bolívar, se haya apoderado de Venezuela.
Maduro, jamás se imaginó que al privar de la libertad a Leopoldo López, estaba dando lugar al surgimiento de una líder extraordinaria, que no se ha dejado amilanar del espectáculo intimidante de los desfiles militares, ni de las amargas humillaciones de un sistema carcelario, que ha privado de su libertad, violando todo principio democrático e institucional al padre de sus hijos. El dictador jamás pensó que el amor herido de una mujer, no es objeto de sustos ni de temores, cuando su lucha tiene que ver con la defensa de los sentimientos más profundos e íntimos. Por la defensa de esos carísimos principios puede llegar al más hondo de sus propósitos: liderar un movimiento capaz de derribar un Gobierno despótico.