Si en algún frente este gobierno uribista ha causado daño grave y difícil de reparar en solo tres años, es sin duda en el de la política exterior. Pasamos de ser la niña bonita de la comunidad internacional, a la novia fea. Los titulares de los principales medios de comunicación del mundo hace cinco años registraban con emoción el fin del conflicto armado en Colombia y se abrían así las puertas para un aumento histórico en la inversión extranjera y el turismo. Adquirimos gran liderazgo en el continente y diversificamos una agenda narcotizada durante décadas con USA. No solo éramos respetados sino admirados en los distintos organismos multilaterales y organizaciones no gubernamentales. Se elogiaba la capacidad de los colombianos para superar una larga y cruenta guerra. Demostramos que se podía, defendiendo los intereses nacionales y no posturas ideológicas, fortalecer una relación bilateral prioritaria con Estados Unidos, sin sacrificar una buena relación con los vecinos del sur del continente.
Tres años después el panorama no puede ser más lamentable. Perdimos el liderazgo continental al punto de que avanzan las negociaciones para encontrar una transición democrática y pacífica en Venezuela, sin que Colombia juegue ningún papel. Con nuestro poderoso aliado del norte perdimos la confianza, como consecuencia de una torpe e inexplicable alineación del gobierno y su partido con la extrema derecha norteamericana. Ahora celebramos de manera muy tropical una llamada de Biden, que en circunstancias normales se hubiera dado apenas pasó la elección. Además, el gobierno sigue sin entender que la implementación del acuerdo de paz y el respeto a los derechos humanos están en el primer lugar de la agenda norteamericana.
De otra parte, volvimos a estar en la mira de los organismos de derechos humanos por cuenta de los excesos policiales contra los ciudadanos durante los meses recientes de protestas. Resulta patético ver a funcionarios del gobierno discutir alrededor del número de muertes en el marco de las más gigantescas movilizaciones sociales. Cuestionan que no son 81, ni 57, sino solo un poco más de 20. En medio de su ceguera ideologizada, no logran comprender que es terrible para cualquier democracia que como consecuencia de unas protestas sociales, pierdan la vida 20 personas, la mayoría de ellos jóvenes, que en forma pacífica exigían al estado acceso a educación y oportunidades de trabajo.
En los últimos dos meses se pronunciaron preocupados por la violencia en las protestas y exigiendo respeto a los derechos humanos de quienes salen a las calles, la ONU, la Unión Europea, el Congreso de Estados Unidos y ONGS prestigiosas como Human Right Watch. Esta semana la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en un amplio, serio y documentado informe, señaló los abusos de agentes estatales contra la población,pero también los excesos de sectores de la protesta que causaron daños a bienes públicos y bloqueos permanentes que afectaron derechos de los ciudadanos. Al mismo tiempo, los principales diarios de USA y Europa condenaron la violencia en las calles de las principales capitales del país. La respuesta del gobierno es acusar a todo aquel que registra la realidad nacional de equivocado y sesgado.Según ellos, la Bachelet, los Comisionados de la CIDH, los parlamentarios europeos, los congresistas norteamericanos, el New York Times o The Guardian,están muy mal informados y tienen sesgo ideológico. Los únicos que están en lo correcto son los funcionarios del gobierno y sus congresistas aliados, que advierten que esta crisis se debe a una conspiración internacional liderada por Rusia, Hezbollah,Petro,Cuba, Maduro y Santos. Desconexión, negacionismo, cinismo o asilacionismo?.
Ellos saben que esas teorías no las cree nadie distinto a sus fanáticos militantes. Pero eso no importa. Les importa es su minoría de simpatizantes y no la inmensa mayoría de colombianos que padecemos el mal gobierno. La última noticia del asesinato del Presidente de Haití nos vuelve a poner en los titulares de los medios internacionales y constituye el mejor ejemplo del cambio que sufrió Colombia del 2016 a hoy. Hace cinco años exportábamos experiencia y conocimiento en solución de conflictos armados, hoy exportamos mercenarios que aparecen involucrados en el asesinato de un Presidente extranjero. Hace cinco años orgullo,hoy vergüenza.