Estamos en la recta final del primer semestre del 2024 en nuestra Universidad Simón Bolívar y por supuesto, es necesario evaluar en cada una de las áreas del conocimiento cuáles han sido los avances y los aprendizajes (o los denominados parciales).

Como trabajo final le pedí a mis estudiantes de los diferentes programas académicos que proyectaran en medio de lo analizado en clase cuáles serían esos sueños, la mirada a mediano y corto plazo para Cúcuta en cualquiera de los temas que ellos creerían que fueran necesarios para ser una mejor ciudad y cómo quisieran entregarla a las futuras generaciones.

El resultado me llevó a muchas reflexiones que hoy quiero compartir para que entre todos podamos colocarlas en práctica. El tema que más se mencionó fue la seguridad.

Entre las propuestas, definimos las de mayor de impacto. La primera, una ciudad ciberinteligente que, además de cámaras de seguridad con lectura facial, acompañada de inteligencia artificial y cercos digitales que permitan tener control en tiempo real de las posibles amenazas que se presenten, tenga el fortalecimiento y entrenamiento de las fuerzas del orden.

A esto se le sumaría una “big data” muy amplia por temas de migración que permita tener claridad de quienes recorren nuestras comunas en la capital nortesantandereana. Y, unido a ello, el tema que predominó, fuerte y reiterativo, trató sobre cultura ciudadana, pues concluían que, aunque existiera una amplia seguridad ciberdigital y de fuerza, se necesita educación para aprender a convivir como clases trabajadoras capaces de respetar las normas de convivencia con los demás.

Como segundo ítem, que los estudiantes proponen, es un cambio radical en el sistema de transporte. Esta idea me pareció relevante pues hablaban de un metro elevado y un subterráneo, capaz de conectar las diez comunas principales con la comuna uno en la Ciudadela Universitaria con alimentadores con inteligencia artificial, rutas ecológicas de bicicletas y restauración de vías que permitan tramos especiales para emergencias, ambulancias y carros policiales. Esta idea se refuerza con un costo bajo y con posibilidades de ampliación al Área Metropolitana y los municipios aledaños.

Cito textualmente: “Me gustaría tomar un alimentador de mi barrio y llegar a la estación del metro que me lleva al parque La Victoria. De allí, voy a mi universidad y luego al trabajo. De regreso, conecto con el tren que me lleva a visitar a mis abuelos en la zona rural”. Sólo de pensarlo causa extrema ansiedad positiva saber que eso es posible.

En tercer lugar, los jóvenes hablaban de ciudades ecosostenibles, capaz de generar energías renovables y limpias, jardines colgantes, sembrado de árboles, y un gran parque central de amplio esparcimiento, que reduzca el inclemente clima y por supuesto, aporte a la recuperación de las fuentes hídricas.

En cuarto lugar, se repitió varias veces el tema de educación y cultura, festivales de literatura, poesía, escritura, talleres de pintura, música y demás expresiones donde los jóvenes pudiesen descubrir y fortalecer acciones que den mayor identidad a sus sentires, actitudes blandas que cambiarían la concepción de ciudad y aportarían a la disminución de la pobreza y la violencia.

Finalmente, ellos quieren participar, quieren estar en cargos de incidencia, ser más que escuchados, que les den espacios reales. Tienen mucha preocupación de qué van a hacer después de que terminen sus carreras profesionales y se gradúen. No es sólo conseguir un empleo o emprender, si no que, de verdad, quieren saber que pueden hacer transformaciones reales.

Como reflexión final, ¿vamos a ser capaces de cumplir estas propuestas y estos sueños? Es un deber imperativo.

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