Producto de las grandes transformaciones impuestas por la humanidad al planeta, hoy existen más especies vegetales sembradas que silvestres y los seres humanos junto con el ganado para nuestra subsistencia constituyen una mayor biomasa que los demás animales vertebrados juntos. En últimas el desarrollo urbano ha cambiado la morfología del relieve y las costas, la química de los océanos y alterado el clima. Estamos en el Antropoceno. Y esto implica con más urgencia que nunca, que debemos transitar del consumo desmedido a fuentes más renovables y remodelar el planeta de forma sostenible. Pero mientras esto se materializa, bien haríamos todos los ciudadanos en empezar por pequeños cambios que eviten que la inevitable mudanza sea irreversible y catastrófica.
Como colectivo humano nos exponemos a grandes desafíos y riesgos: cambio climático generado por las emisiones de CO2 por el excesivo uso de combustibles fósiles, cuyo agotamiento progresivo de reservas ya se evidencia. Crítica situación en tanto el modelo urbano imperante, la producción industrial y el transporte en todas sus escalas dependen del petróleo y sus derivados. Irónicamente el deshielo del Ártico causado por el aumento de las temperaturas, ha abierto nuevas rutas comerciales marítimas en el norte de América, Europa y Asia que permite su acceso a las reservas de combustible… Pero el cambio en las temperaturas también conlleva el perjuicio para millones de personas que viven en el delta de los ríos que se inundaran por el aumento en el nivel del mar y en las zonas tropicales se aceleraran los procesos de desertificación y deforestación. Pero en el mediano y largo plazo, la escasez y carestía de combustibles nos obligará a la transición hacia un modelo basado en fuentes renovables.
Reconocer los límites físicos del crecimiento se vuelve el eje central de todo modelo urbano, porque estos límites implican una dimensión energética, porque tanto el crecimiento demográfico como el desarrollo económico condicionados por la disponibilidad de recursos, materias primas y su transformación se dan en un espacio territorial. La aceptación de un planeta finito nos prepara también para aceptar que somos tripulantes apenas breves y temporales en la nave espacial Tierra, y que debemos transmitir el mando a las futuras generaciones. El limitado tiempo de nuestra vida en el planeta implica también la duración de nuestras obras materiales. Se asocia nuestro oficio de arquitectos a las tres dimensiones, pero deberíamos comprender que realmente el tiempo como cuarta dimensión es tan importante como los 3 ejes de coordenadas que nos sitúan en el espacio.
El tiempo desmorona las ciudades y acaba nuestra vida física, con el consuelo de haber dejado huella de nuestro paso, ante lo cual solo podemos hacer obras que impliquen una mayor duración, mejor bienestar y un menor mantenimiento que, así como con nuestro cuerpo requiere de un consumo saludable y mejores hábitos.
Y frente a esto, la ciudad sigue siendo nuestra mejor invención por que hemos elegido como especie vivir juntos y resulta la mejor forma de enfrentarnos a una crisis ambiental si asumimos un modelo compacto que facilite los intercambios al consumir menos espacio y menos tiempo, y, por ende, menos recursos, que sirven además de soporte para el intercambio de afectos e ideas haciendo mejor nuestra breve y pasajera vida, para después no ser más que tierra y con el tiempo polvo de estrellas.
Arquitecto, Esp. Planificación Urbana y Regional, MG GESTIÓN URBANA.
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