Hace pocos días se recibió con cierta alegría, que la ciudad de Cúcuta había salido del ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo, lo cual es importante en términos de mirar qué se hizo y sobre todo cómo se hizo para salir de tan deshonroso lugar. Lo anterior fue una tendencia entre los periodos 2012 al 2014, tal como lo reflejan las cifras del Cómo Vamos suministradas por la Policía Metropolitana (MECUC), por ejemplo los homicidios habían disminuido un 50%, de 347 casos a 187, donde la causa de muerte más frecuente fue el arma de fuego (25 v c/100.000 habitantes en 2014) los homicidios en adolescentes y jóvenes (14-24 años) se redujeron a 8 por c/100.000 habitantes en 2014; mientras que el delito contra el patrimonio aumentó en términos generales al presentar una disminución en la tasa de hurto de autos, pero un aumento en el hurto a motocicletas.
Se mira con cierta preocupación otros delitos que se intensificaron, como el caso de la extorsión, donde se presentaron 27 nuevos casos entre 2012 (57) y 2014 (84), para una tasa de 13 por c/100.000 hab; otra cifra muy preocupante y alarmante son los relacionados con violencia intrafamiliar que tuvo una variación de 102% entre 2012-2013, y un crecimiento de 63% entre 2012-2014. Falta incluir los datos del 2015, que pueden tener alguna variación en promedio dado la situación de zozobra que se generó por la crisis, por algunos asesinatos que impactaron la sensación de seguridad y un estado de miedo.
La percepción de la ciudadanía frente a las instituciones responsables de la seguridad es regular, y se corroboraba tanto los resultados de la encuesta realizada por Ipsos Napoleón Franco para el Cómo Vamos y la hecha por el DANE denominada Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana; en esta encuesta la Policía Nacional y las Fuerzas Militares les va relativamente mejor que la Alcaldía (datos 2013-2014) y los delitos que los ciudadanos perciben como problemáticos para la seguridad de los barrios son: hurto a residencias, a personas y el consumo de drogas. Lo anterior se complica cuando se retroalimenta dos aspectos claves, por un lado la desconfianza en la instituciones y en la justicia; y por otra parte un estado de inseguridad permanente, en este sentido los ciudadanos optan por medios distintos a los legales o sacrifican su libertad a propuestas de seguridad de la mano dura.
Debe desarrollarse una propuesta de seguridad y convivencia ciudadana (estas ideas no son originales) que pueda comprender el fenómeno de manera integral y actuar acorde a esa realidad. Por ejemplo articular los distintos actores relacionados con este tema, y en alianza con las universidades crear un observatorio que sistematice la información, diagnostique e intercambie experiencias exitosas de otras ciudades, es importante también la participación comunitaria, medidas de prevención y restaurar la confianza en la institucionalidad, generar ese capital social que vincule e incluya a todos, y sobre todo sensibilizar que el tema de la seguridad y convivencia no es solo un asunto de pie de fuerza, de castigo y presencia militar; sino de desarrollo humano. El abordaje de este tema es trascendental para hablar de paz o en escenarios de posconflcito, generar una pedagogía para la paz hace imperativo comprender de manera sistémica la seguridad y la convivencia.