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Se cruzó el rubicón
La democracia liberal, paradójicamente, se expandió con el desarrollo de los imperios occidentales a Asia, África y América.
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Sábado, 30 de Marzo de 2019

Desde hace un tiempo se viene hablando del debilitamiento de la democracia liberal, tratándose de explicar así la explosión de populismos y caudillismos. Dos conceptos político-económicos para centrar el tema. El primero es la desculturización de los principios de la democracia liberal, en particular del esencial de la “desconfianza del poder”. El segundo es que la economía de mercado no sólo se desarrolla en la democracia liberal, sino que puede ser exitosa en autocracia, como lo muestra el caso de China. Lo que sí sabemos, es que no lograr crecimiento económico (desarrollo) termina destruyendo la democracia liberal en cualquier país donde exista. Cuando no hay trabajo para mantener la familia, el ciudadano sigue los radicales que les prometen sacarlos de eso.

En el mundo antiguo, casi exclusivamente eurasiático excluyendo Europa occidental, el Imperio Romano era el gran regidor. Roma antigua tenía como frontera los ríos Danubio y Rin, al norte y occidente de los cuales habitaban los bárbaros, grupos tribales con poca estructura social, hoy Europa occidental. Ni sus mitos eran complejos, ni su comportamiento social lo era, pero tenían como principio de subsistencia el acuerdo grupal, por lo que las asambleas de miembros de la tribu que participaba en las decisiones generales, fueron desarrollándose. El mundo antiguo termina para Occidente en el siglo V, con la caída y destrucción de Roma a mano de los bárbaros, y se da así inicio a la Edad Media. Durante esta, Occidente ganó estructura social compleja adquiriendo el cristianismo como religión, pero sin abandonar las Asambleas de Súbditos como mecanismo de control del poder, subyaciendo a ello la “desconfianza del poder”, que en palabras simples significa que, si se da un hombre poder absoluto, éste se corrompe absolutamente, más si es un mediocre. De ahí surge la idea de pesos y contrapesos que conllevó a la revolución francesa, la cual estableció conceptualmente el sistema de la democracia liberal. La misma “desconfianza del poder” muy fuerte en la isla británica, permitió la creatividad individual, que conllevó hasta la revolución industrial. Cuando ambas se amalgamaron, es que surge la percepción que el desarrollo económico y la democracia liberal son dos caras de un mismo modelo, aun cuando tienen inicios y desarrollos distintos. Basta observar que donde más fuertes eran las asambleas, como en Inglaterra y Francia, fue donde se pudo dar carácter al modelo parlamentario que llega hoy hasta nosotros. No así en Alemania o Italia, y otras que llegaron tarde a la industrialización. Este modelo social es propio de Occidente, no se dio en el mundo bizantino, ni en el Imperio Ruso, o en el Imperio Abasí, o en la China Mongol, ni en los imperios mesoamericanos.  

La democracia liberal, paradójicamente, se expandió con el desarrollo de los imperios occidentales a Asia, África y América. Donde llegaron los estados más avanzados, aunque no siempre, las colonias florecieron; donde llegaron los más retrógrados como España, trajeron la visión económica extractiva y la segregación de clases. En la América Latina se siguió el modelo de economía extractiva y centralismo político excluyente; ante la presión de sus opositores, los gobiernos empiezan a jugar el juego de ganancia de equidad vía subsidios directos, antes que cambiar el modelo, acelerando así la destrucción de cualquier viso democrático en el nuevo modelo semi-estatista. 

El último ejemplo de esto en Colombia es el Conflicto Político que generó Juan Manuel Santos cuando se inventó un Conflicto Político Histórico, violando además la voluntad popular, para justificar darle pie de igualdad a grupos narcoterroristas, y buscar una “paz” que lo llevara al Nobel. Al hacer eso, creo, ahí sí, un conflicto político entre un visón socialista de economía centralizada y pública del estado, que destruye totalmente la democracia liberal, involucrando en ello a las cortes y a la burocracia multilateral, y la visión de quienes quieren defender la deficiente actual democracia liberal restringida, llevando ese conflicto a que hoy nadie defienda la búsqueda de más democracia liberal. Y es un conflicto excluyente; las dos visiones no pueden coexistir. Se cruzó el Rubicon. 

En alguna columna mía de hace un par de años, sostuve que Santos si iba a lograr crear un conflicto político, y aquí está. Por personajes como Santos es que se debilita la democracia liberal. Como será que hasta un desinstitucionalizador nato como Uribe, hoy se prefiere al petromadurismo verdi-rojo. Y ahora los indígenas también piden ser tratados como un estado diferente al colombiano. El mal ejemplo, cunde, y el país vive su hora más delicada.

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