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Santos, ánimas y músicos
Noviembre es también el mes de las ánimas.
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Miércoles, 31 de Octubre de 2018

Hoy estamos estrenando mes, y no es un mes cualquiera. Es uno de los meses más importantes del año. Y en el que las celebraciones son al por mayor. Hoy es el día de todos los santos. Mañana, el día de todas las ánimas. Y el 22 (fecha importantísima), el día de todos los músicos.
   
Comienza, pues, este mes, con la celebración que se les hace a todos los santos, es decir, a quienes el calendario eclesiástico no les alcanzó para asignarles un día aparte. No se trata, cualquiera lo entiende, de los santos de la familia de Juan Manuel. Son los santos, de verdad verdad. 
   
Decía el catecismo Astete que cualquiera podía ser santo, así no lo canonizaran. Puede ser cierto. Hay muchos patriarcas, muchas vírgenes por ahí, muchos arrepentidos y arrepentidas, que pueden ser santos. Yo mismo, a veces, siento sobre mi cabeza algo así como un aura de santidad, pro luego me acuerdo que es mi gorrita.

Dicen los predicadores que ser santo es muy fácil, basta con cumplir los mandamientos y las obras de misericordia, no hacerle mal a nadie, pagar diezmos y primicias (lo más difícil) y no desear la mujer del prójimo (es decir, del próximo). Nada dicen de la mujer del que está lejos.
   
Noviembre es también el mes de las ánimas, y ahí sí que la cosa se pone peluda porque la gente asocia ánimas con espantos. Pasar de noche, por el frente de un cementerio, por ejemplo, es correr el riego de ver luces, de escuchar quejidos y lamentos y hasta de que se aparezca un esqueleto.
   
En Cúcuta, dicen los vecinos del cementerio central, que de noche, aquello se convertía en una manifestación de seres de ultratumba, como las de los maestros y estudiantes, hasta que llegó Amarilla, el administrador, y a punta de agua bendita, responsos y conjuros, metió otra vez  los muertos en sus tumbas y les puso doble pared de cemento y de ladrillo para que no salieran a echar vaina. Parece que la cosa se calmó y ahora el cementerio central es un remanso de paz de los muertos. Los vivos son los que a veces van a poner pereque con rancheras y vallenatos, y dos o tres mujeres, de luto, que van a llorar por “su” muerto, cada una alegando que el tipo era su marido.
   
Por los lados de los jardines-cementerios, dicen que a veces, a la media noche, sale una muchacha elegante, muy bonita, que les pide la cola a los conductores  que van solos. El tipo, creyendo que se trata de alguna veneca, de las que ofrecen sus servicios casi gratis, según cuentan, la suben a su vehículo, y cuando le inicia la charla a la muchacha, se da cuenta que no es la mujer elegante y fácil que creyó encontrar sino un sonriente esqueleto.
   
Verdad o puro cuento, lo cierto es que, de noche, la gente les teme a los cementerios. “Témeles a los vivos, y no a los muertos”, dice la sabiduría popular. Yo pienso que hay que temerles a unos y otros, porque, de todas maneras, escuchar un grito espeluznante que sale de las tinieblas, o el arrastrar de cadenas por el corredor de la casa a la madrugada o un coro de rezos, a cualquiera le pone los pelos de punta.
   
Y es noviembre, mes de los músicos, pues el 22 de este mes está dedicado a santa Cecilia, su patrona. Por eso, desde el 21 por la noche, las papayeras, los conjuntos de música de cuerda de los pueblos y los que tocan el bombo, la guacharaca y las maracas, inician su tocata y su tomata hasta el otro día, cuando van a dormir la rasca en la iglesia, en la misa de la santa patrona.
   
Los que cumplen años ese día nacen con inspiración musical. O tocan algún instrumento musical, o la puerta, o a la novia. Perotodo lo tocan con gracia y con dedicación, procurando no salirse del pentagrama. Y sin destemplarse.

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