Sería un buen libro, un best-seller, diría, que servirá de guía para los 16 candidatos por la alcaldía de Cúcuta y los cientos del resto del departamento, conocer de primera mano, qué no debe hacer un alcalde.
Como en esta columna es muy poco el espacio, me limitaré a hacer una sinopsis del novelón que el señor Jairo Yáñez nos deja para la posteridad, ungiéndose como el peor alcalde que ha gobernado nuestra ciudad, desde que se instauró la elección popular, por encima del señor Pauselino Camargo y María Eugenia Riascos que hasta ahora punteaban.
Empezó, el señor Yáñez, con la brillante idea, que entre otras cosas estoy seguro que tendrá que responder, ante la fiscalía y procuraduría por celebración indebida de contratos, una vez concluya su mandato, como es tradicional, al celebrar convenios con el área metropolitana de Cúcuta, para la construcción de una serie de obras, entre las que se destacan la repavimentación de la avenida de las Américas, la avenida Kennedy, las baterías sanitarias de los colegios y escuelas y los corazones de barrio en diferentes puntos de la ciudad, por solo nombrar las más importantes, sin una buena planeación, inconclusas todas, generando sobre costos y perjuicios a las comunidades. Este traslado de recursos, lo hizo la alcaldía para sacarle el quite a la vigilancia de la contraloría municipal sin prever en su momento que desfinanciaba las secretarías de Bienestar Social, Cultura y Seguridad, pues no se harían los descuentos por sobretasas y estampillas para programas del adulto mayor, todo lo relacionado con la cultura y lo más importante en estos momentos, el tema de la seguridad.
Con bombos y platillos, anunció la puesta en marcha del Catastro Multipropósito, resultando un fiasco, generando un gasto inicial de 15 mil millones de pesos tirados a la basura, por cuanto las actualizaciones catastrales y la incorporación de predios no representan siquiera un 20% de lo invertido, dejándole el problema al nuevo alcalde, qué por la improvisación, tendrá que devolverle la competencia al IGAC.
Esta administración, a pesar de haber recibido una malla vial aceptable, la va a entregar en las peores condiciones de la historia, y expertos en movilidad, han tenido que recular con relación a los pasos vehiculares de la calle 9 con el cruce de la Diagonal Santander y Av 0 con calle 20 convertidos en caos vehicular por falta de socialización con la comunidad.
Nos angostó las amplias calles de la ciudad por unas ciclo-rutas que no circula casi nadie, no hay cultura por la bicicleta, y gastar el dinero en pasos con adoquines innecesarios. Contaminación auditiva en las calles por cuenta de carreteros. A las personas afiliadas al Sisbén, con una nueva metodología les elevó los niveles dejándolas sin subsidios, sobre todo en servicios públicos.
Pero lo que sí la sacó del estadio, como se dice popularmente, es la desidia en el mantenimiento de las cámaras de seguridad, de 366 solo funcionan 42. Inaudito que la inseguridad por la que atraviesa nuestra urbe, sea tan olímpicamente desconocida por el primer mandatario de los cucuteños.
Revisando el legado que nos podría dejar el mandatario, solo se me ocurre el hecho que desestimuló la participación democrática, su errática administración desanima a millares de cucuteños que esperanzados confiaron en un cambio. Fue peor el remedio que la enfermedad.
Al fin y al cabo, no prometió obras, sino acabar con la corrupción. Que dudo, si tenemos en cuenta los miles de contratos por OPS, por donde se diluyen los recursos y acallan las eventuales críticas de los honorables concejales.