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Prudencia inversionista
Nuestras inversiones no pueden continuar indefinidamente en juego especulativo. 
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Martes, 22 de Marzo de 2016

Amables lectores: “La prudencia es una virtud de los sabios”. Nuestras inversiones no pueden continuar indefinidamente en juego especulativo. Recordemos que las ganancias de una inflación, como la que hoy vivimos, se esfuman, porque disminuye la demanda y cae el mercado.        

El ministro de Hacienda, hace algunos meses, manifestó: “No hay que preocuparse, la economía Colombiana está blindada”; pero hoy lamentablemente leemos: “El Banco de Inversión estadounidense, Morgan Stanley, considera que Colombia enfrenta retos como el alto déficit de cuenta corriente, mayor inflación y un déficit fiscal presionado por la caída del precio del petróleo”. Con las anteriores motivaciones decidió recortar la recomendación sobre deuda interna de Colombia de calificación AA a BB y agrega: “ los bonos de Colombia ya no lucen tan atractivos y los riesgos macro se han incrementado”.

Con la caída de los precios del petróleo, unida a la volatilidad del precio de las acciones, ya hay quienes vaticinan que pueden producirse un crash bursátil, que está llevando al inversionista a preguntarse, ¿En qué puedo invertir? Ante esta incertidumbre y una inflación al alza que día a día castiga el poder adquisitivo del capital, lleva al inversionista a expresiones como: “mi dinero hoy vale menos que ayer” y a tomar decisiones apresuradas de inversión, que casi siempre llevan a la pérdida de su dinero. Como advertencia y para evitar, hasta donde sea posible, decisiones erradas de inversión, he tomado algunos ejemplos del libro de Jorge Child y Mario Arango, “Bancarrotas y crisis”.

En 1830, una clase emergente provinciana llegaba a Bogotá. Eran personas con alguna solvencia económica y deseosa de obtener en forma rápida una importante utilidad. Con este propósito colocaron su liquidez en manos de Judas Tadeo Landinez. Llega el 1 de Enero de 1842 y el historiador José Manuel Restrepo consignó en su diario: “El año ha iniciado mal para los comerciantes” ... “ El doctor Judas Tadeo Landinez ha suspendido sus pagos”. Si Landinez quebraba no había familia en Bogotá y sus alrededores que no perdiera o quedara arruinada. Landinez captó dinero de los Bogotanos con el gancho de subir la tasa de interés del 0.5% al 2% mensual. Landinez quebró y arruinó a mucho Bogotanos. Esta estafa se llamó “El Landinazo 1842”. En 1.950, un caballero bien trajeado, con sobretodo y chaleco, abrigo inglés, paraguas francés y agradable acento, abrió una oficina en Bogotá, donde recibía dinero a interés, reconociendo hasta el 10% mensual. Su nombre conjugaba  con su actividad, Pedro Osorio Ocasiones. Sorpresivamente 
a mediados de 1951, nadie volvió a saber nada del señor Ocasiones. Nunca se supo con cuanto se alzó don Pedro, pues la mayoría de los acreedores se convirtieron en “vergonzantes”. Parece que algunas autoridades eran socios del fugaz banquero. 

La vivienda no ha estado exenta de estos fraudes. El señor Rafael Bonilla Gamboa publicitó “ casa club”. Captó cuotas de ahorradores quienes solo pudieron ver bellas maquetas de su futura vivienda en las oficinas de Bonilla. Llego el día en que el urbanizador fue denunciado y las casas quedaron en el aire. 

La bonanza urbanizadora de los años 60 tocó a la Iglesia Católica. El padre Estanislao Carvajal fundó la Asociación Provivienda de los Trabajadores. El padre Carvajal se retiró de esta compañía y su reemplazo Héctor Boyardo Guerra fue detenido en 1967 cuando paseaba en su flamante automóvil de gerencia. 

El señor Carlos Alberto Sánchez “ el conejo millonario”, al final de la década de los 60 creó un ficticio instituto de fondo de inversiones con sede en las Bahamas. Algún turista inversionista en paseo a Bahamas, pregunto por el instituto, allí nadie sabía de éste. Se dice que está estafa alcanzó $400 millones de pesos. Algún periodista, en visita a la cárcel, preguntó al señor Carlos Alberto, la razón de estar detenido y éste con gran cinismo contestó: “ Señor periodista, esa misma pregunta me hago yo”.

Con los casos anteriores como ejemplo, reflexionemos y llenémonos de prudencia al escoger la inversión de nuestra liquidez. 

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