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“¿Por qué funciona el populismo?”
Los teóricos políticos aseguran que “hoy la principal amenaza global a la consecución de un orden de paz y aburrimiento consumista no es ni el comunismo ni el fundamentalismo religioso, sino el populismo”.

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Jueves, 20 de Noviembre de 2025

“El populismo…siempre está a punto de morir y siempre está naciendo. Como la hidra de Lerna: cada vez que la historia parece estar a punto de matarlo de una vez y por todas, en alguna parte del mundo (pobre o rica, democracia antigua o joven) una de sus cabezas renace”. María Esperanza Casullo.

La obra de Casullo, de la que tomo el título del presente artículo, llama la atención sobre este fenómeno político del que, como ella dice, creemos todos conocer pero que es tan antiguo como la democracia misma. Y nos cuestiona si en realidad sabemos ¿qué es la democracia? Pues, de hecho, el populismo es un subproducto de esta y cuenta en perspectiva, con la tierna edad de dos mil quinientos años y, contando.

En Colombia, donde hemos vivido gobiernos populistas de derecha, como el de Álvaro Uribe y de izquierda, como el actual de Gustavo Petro, bien podría la Academia a través de sus facultades de ciencias políticas y sociales, de sus semilleros y observatorios; de sociología o antropología adentrarse en el estudio científico de lo que vivimos.

Hoy la Academia, desde su neutralidad, tiene una gran oportunidad para analizar qué tan populistas y demagogos (no es lo mismo populismo y demagogia) son los discursos de los más opcionados en el variopinto cartel de aspirantes presidenciales como Abelardo de la Espriella, María Fernanda Cabal, en la derecha.  O, Iván Cepeda y Carolina Corcho, en la izquierda. O, Juan Manuel Galán, Sergio Fajardo en el centro, para mencionar tan solo algunos de los más de cien candidatos, que tenemos. (No resulta fácil ubicar a Roy Barreras).

La historiadora Margaret Canovan, escribió en The People, sobre el Mito Populista, manifestando que este, el Mito, considera que el pueblo todo lo puede y que el uso o manipulación de la palabra “pueblo”, fue construida por un líder para aprovecharse de ella, sin considerar que representa todo el espectro social y las relaciones desiguales, pero, que permite formar una narrativa.   

Se consideran tres objetivos básicos, para sustentar el Mito Populista: contar quién forma parte del pueblo y allí se incluyen quienes lo pregonan. El villano, quien perjudica y somete al pueblo. Y, el líder, quien será el encargado de combatir al villano, para redimir al sufrido pueblo.

Funciona el Mito Populista, porque su discurso da respuesta a las dificultades, a los miedos y ansiedades de los ciudadanos, da sentido a las realidades sociales, en síntesis, porque promete movilizar a la población haciéndola partícipe de una cruzada épica en contra de la tiranía, que representa su contrario.

Funciona. Hoy el populismo de izquierda y de derecha sirve para ganar elecciones, para gobernar. Pero no para hacer buenos gobiernos. Y los ejemplos, abundan. Unos y otros ampliaron derechos políticos, sociales, la inclusión de sectores excluidos. Pero, han reformado constituciones con pretensiones de perpetuarse en el poder, han profundizado el estatismo, han polarizado la política y metido a los ciudadanos en una barahúnda de egos que, en cualquier caso, busca mantener sus narcisistas y mesiánicas figuras mandando.

Lo anterior, consecuencia de la equivocación de la transición democrática que se implementó después de los setenta que pregonaba una democracia liberal, partidos políticos fuertes, reducción del tamaño del Estado, apertura de mercados, en el centro de una visión tecnocrática de la política. Su fundamento estuvo en garantizar elecciones libres, libertad de prensa, los derechos civiles y políticos, pero, dejar para el futuro la lucha contra la pobreza y la desigualdad social.

En la década de los noventa y luego de la caída del muro de Berlín, con el paso que muchos países dieron hacia la democracia y la modernización, surgió un nuevo concepto: el neopopulismo. Este acogió un modelo personalista y “semidictatorial”, esta vez ejercido mediante políticas neoliberales que llevaron a crisis económicas, sociales y políticas que, para el caso de América Latina, generaron el regreso de un neopopulismo de izquierda que aún sobrevive, representado en gobiernos como los de Hugo Chaves, los Kirchner, Fernando Lugo, Evo Morales, Rafael Correa y hoy reeditados por Gustavo Petro, Claudia Sheinbaum, Xiomara Castro y Daniel Ortega.  

Pero, si por la izquierda ha llovido, por la derecha no ha escampado y así lo muestra la geopolítica. China, con un gobierno central comunista, prueba que el modelo económico capitalista no es exclusividad de la derecha. A la Unión Europea, Gran Bretaña le abrió un boquete al retirarse de ella, y los partidos derechistas parecen haberse disparado en el “mundo desarrollado”. En Holanda, Francia, Austria, Alemania, entre otros. Por estos lares, en Estados Unidos, la llegada nuevamente de Donald Trump, más lo mencionado, son muestra de lo que algunos llaman “formas iliberales de la democracia”.

El Mito Populista de 2025 cuenta, además, con herramientas comunicacionales como las redes sociales que reproducen, para ponerlo en lenguaje cucuteño, tochadas alejadas del contenido discursivo que hacen que el elector se fije más en si la barba del candidato se parece a la de Bukele, o si el no usar corbata, o la camisa por fuera hace ver más popular al jefe político, en fin.

Los teóricos políticos aseguran que “hoy la principal amenaza global a la consecución de un orden de paz y aburrimiento consumista no es ni el comunismo ni el fundamentalismo religioso, sino el populismo”.

Es decir, la Hidra de Lerna, está viva.


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