Hace 40 años, el aracataqueño Gabriel José García Márquez ganó el Nobel de Literatura, y el aniversario ha puesto de moda, nuevamente, por estos días, el tema del codiciado Premio, que no sólo soluciona de por vida los proble-mas económicos del escritor, sino que lo lanza a la fama mundial.
Pero no cualquiera se gana el Nobel. Sólo un escritor cada año, aunque es posible a veces compartir el premio. Son casos extremadamente raros, pero que pueden darse. Tenemos así, la primera condición para hacerse mere-cedor de tan alta y noble distinción: El premio Nobel de Literatura se lo debe ganar un escritor. Un herrero, por ejemplo, jamás podrá aspirar a ganarse dicho premio. Mi abuelo Cleto Ardila, otro ejemplo, jamás aspiró a ser si-quiera nominado. Él era arriero, no escritor. Podría haber ganado el Nobel de la arriería, (fue arriero toda una vida de La Victoria y Bucarasica hacia Ocaña y viceversa), pero no el de Literatura. Sin embargo, hace poco, parece que le dieron a un músico el premio de Literatura. Casos se ven.
El segundo requisito es un poco más difícil: Hay que ser buen escritor. La aclaración es necesaria, porque escrito-res hay muchos. Buenos escritores, muy pocos. Lo difícil es saber cuándo se es buen o mal escritor. El caso no es escribir, sino escribir bien, de manera que a la gente le guste. El problema es la coba que los amigos le dan al que escribe: “Usted es la verraquera. Ud. es el sucesor de García Márquez. Usted es el mejor”. Y si el escritor come coba, es decir, si come cuento, corre el peligro de dormirse sobre los laureles y a soñar con la llamada telefónica desde Estocolmo: “Lo llamamos para decirle que se acaba de ganar el Nobel de literatura”. Facilito. De papaya. A los amigos hay que creerles, pero un poquito nada más. Se cuenta que García Márquez les mostraba a sus amigos al-gunos borradores de sus escritos, que no eran los verdaderos, ni los que pensaba publicar. Tal vez no creía en ellos ni en la coba que le daban.
Tercero. Escoger buenos temas para escribir. Los escritores saben que hay temas que son bendecidos para hablar sobre ellos, y hay temas que no despiertan ningún interés. En otras palabras, hay temas ganadores y temas perde-dores. Si así es la cosa, ¿para qué escoger temas fracasados?
Cuarto: No repetir temas, no copiar, no plagiar. No vale la pena, pongamos por caso, volver a escribir otros Cien años de soledad. Doscientos años sería un libro poco vendible. Aconsejan los que saben, que el escritor debe ser original en su estilo y en el tema. No vale la pena llover sobre mojado. Alguna vez me dijo un amigo que pensaba escribir la historia de un pescador que no pescaba nada y se muró de tristeza. “Eso ya está escrito –le dije-. Es la novela de Hemingway, El viejo y el mar”. Mi amigo abandonó sus sueños de escritor.
Quinto: Por eso mismo, es que los literatos les aconsejan a los escritores que deben leer mucho. El primer requi-sito para un escritor –dicen- es ser devorador de libros. De modo que otro requisito para ganar el Nobel es tener la casa llena de libros. El problema es la mujer, que no soporta ver libros en la cama, en el comedor, en la sala y en el baño.
Y una última recomendación: No está por demás hacerse amigo de los Jurados del Premio. Una invitación a un pastelito de garbanzo no caería mal, por ejemplo.