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País de tesoros
Pero esta es Colombia: hemos regalado extensas zonas limítrofes y de milagro seguimos subsistiendo. 
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Viernes, 1 de Enero de 2016

Muchos  estamos preocupados por el futuro de uno de los tantos tesoros hallados en nuestros mares o en otros lugares de nuestra sufrida patria porque tememos que pase lo mismo del tesoro Quimbaya, que uno de los tantos presidentes conservadores de la hegemonía le regaló a la reina de España, en agradecimiento por sus buenos oficios para delimitar la frontera con Venezuela. 

Al mandatario, perteneciente al grupo conservador que se apoderó de nuestros destinos a finales del siglo 19, se le olvidó pequeño detalle: pedirle permiso al Congreso para regalar objetos de propiedad del país y no del generoso personaje, el presidente Carlos Holguín Mallarino, de la familia de la actual canciller, un clan que nos ha hecho el favor de pertenecer siempre a la nómina oficial.   

El llamado ‘’tesoro quimbaya’’formado por 123 piezas de incalculable valor, fue entregado a la reina regente de España, María Cristina de Habsburgo, en agradecimiento por sus buenos oficios para delimitar la frontera con Venezuela, labor que se limitó, si mi memoria no me falla, a señalar desde Lejos donde empezaba un país y donde terminaba el otro. 

Pero esta es Colombia: hemos regalado extensas zonas limítrofes y de milagro seguimos subsistiendo. 

Afortunadamente, en la década del 60 el entonces gerente del Banco de la República tuvo la genial idea de reunir en un solo sitio los tesoros arqueológicos, que incluyen la más grande colección de objetos precolombinos de oro, la cual está considerada como la mayor del mundo y fue declarada patrimonio nacional, pues de lo contrario se corría el riesgo de que se la regaláramos al algún soberano extranjero. 

O se perdiera la mitad, como pasó con los objetos quimbayas. La mayor parte de los cuales (311) desapareció en algún bolsillo. 

En Colombia se han hallado muchos objetos que se salvaron de caer en manos de los conquistadores españoles, quienes se ilusionaron con hallar Eldorado, sitio donde se suponía que hasta las calles eran de oro. 

Ese espejismo llevó a los ibéricos a caminar desde Santa Marta hasta la Argentina en busca de los tesoros y de las indígenas. 

Muchos murieron en el empeño y los jefes se vieron obligados a prohibir el sacrificio de los caballos, para volverlos churrascos, y de los compañeros, varios de los cuales terminaron sus días en una parrilla, como cualquier chorizo.  

Si algo es cierto es que el motor de la conquista fue el oro. Varios caciques concluyeron  sus días de las maneras más terribles, en manos de conquistadores que los torturaban para saber el paradero de los tesoros. A uno de ellos lo obligaron a llenar una pieza de oro y después lo asesinaron. 

No había piedad, pues los conquistadores eran en su mayoría gentes sin educación, sin cultura, y sólo los movía la ambición. Muy pocos de ellos trajeron a sus esposas y la situación fue totalmente diferente  a la de Norteamérica, donde los peregrinos protestantes se hicieron acompañar de sus familias: los movía el deseo de colonizar y no de conquistar, aunque también asesinaron a los indios.

Ahora acaba de aparecer tesoro, que ojalá no regalemos. 

Expertos buzos de la Armada hallaron la ubicación precisa del galeón San José, que transportaba inmenso  cargamento: 200 toneladas de piezas de oro, plata, esmeraldas, joyas  y otros objetos, cuyo valor se calcula entre 5 mil y 10 mil millones de dólares. Como es obvio, ya le aparecieron muchos dueños, entre ellos el gobierno español y una empresa que dice haber revelado la ubicación de la nave, que además de la carga llevaba 200 pasajeros, todos los cuales perecieron en las aguas del Caribe, cerca de Cartagena. 

La realidad es que la nave, que ya había sido hallada,  está en aguas colombianas, que el hallazgo lo hicieron buzos colombianos y que ya no somos tan bobos como los colombianos de principios del siglo 20. Sería inmenso error entregar unas propiedades que pueden agregarse al museo de oro que fue inaugurado en 1968 y es considerado el más importante del mundo. No existe nada parecido en ninguna parte, salvo las piezas quimbayas que se encuentran en Madrid gracias a la generosidad el presidente Holguín Mallarino, uno de los tantos acólitos de Rafael Núñez, el único presidente declarado vitalicio por un congreso conservador.

Entre los tesoros que no han aparecido se encuentra el de Guatavita, donde los caciques se bañaban en oro y arrojaban objetos preciosos al agua. Hace unos años unos aventureros intentaron vaciar la laguna para robarse los objetos. Afortunadamente no pudieron. Ojalá ocurra lo mismo con el del San José. 

P.D. Tengo el temor de que sea dejado en libertad el monstruo de Monserrate, asesino serial que mató a una docena de mujeres. Algún juez, a petición de cualquier abogadillo, lo soltará por falta de pruebas o por vencimiento de términos. Esperen y verán.  GPT 

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