El pasado 13 de marzo, se reconoció y visibilizó el esfuerzo y creatividad de los arquitectos del departamento a través de la VII Muestra Regional de Arquitectura Juvenal Moya, la cual fue organizada por la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Desde este espacio felicito a los colegas que obtuvieron mención en cada una de las categorías y en especial a mi colega y compañero docente Fabián Mena quien fue ganador del premio principal. No obstante llama la atención de manera preocupante que en la categoría de Ordenamiento Urbano y Regional se declarará desierto. Con esto no se cuestiona el veredicto del jurado.
Al contrario, se hace evidente que los arquitectos y quienes nos acompañan en la construcción física y social de la ciudad, debemos preocuparnos, pero también actuar más respecto a estos temas urgentes. La llamada revolución urbana es el mayor desafío contemporáneo para nuestra profesión ya que más del 65% de la población mundial viene en ciudades. En 1966 el economista británico Kenneth Boulding utilizó la metáfora de “Nave Espacial Tierra”, haciendo énfasis en la riqueza limitada de recursos del planeta, y sus limites tanto para la extracción como para la asimilación de residuos. De esta manera nosotros los habitantes urbanos somos la mayoría de pasajeros de esta nave a la deriva por el Universo. La misión espacial Apolo 17 fotografió el planeta en 1972 dando cuenta de nuestra “Canica Azul”; y 40 años más tarde la NASA nos muestra una “canica negra” donde las luces nocturnas dan cuenta de un impetuoso crecimiento urbano.
Este acelerado y descontrolado fenómeno de expansión de los soportes físicos y construidos para dar respuesta al incremento poblacional conlleva también una serie de problemas. Nuestras ciudades en entornos subdesarrollados crecen en forma de mancha de aceite que se desparraman consumiendo suelo, agua, energía, requiriendo grandes inversiones en infraestructura y altos costos de desplazamientos. Frente a estos desafíos, debemos apostarle a la ciudad densa, compacta y compleja en sus funciones y usos del suelo como el mejor escenario para el desarrollo de nuestro proyecto social.
La huella humana sobre el planeta ha sido tan grande desde la Revolución Industrial que los científicos han propuesto llamar Antropoceno a la actual época del periodo Cuaternario. Las consecuencias del cambio climático y la necesaria opción de usar fuentes de energía renovables y limpias nos obligan a pensar nuestra “Nave Espacial Tierra” de manera diferente. Resolver entonces de manera integral los problemas de salubridad, seguridad y congestión hará posible que las ciudades sean la más grande y mejor creación humana como entornos para la prosperidad, el desarrollo humano y la innovación.
Cerramos la segunda década del S. XXI y nos adentramos en un terreno desconocido donde además de las preocupaciones por el cambio climático, el apogeo de totalitarismos demagógicos y de la transformación geopolítica y de nuestras vidas cotidianas por la tecnología y la inteligencia artificial, se hace evidente que tan vulnerables somos. Por que los limites físicos y políticos del territorio y la sociedad se han mostrado incapaces de contener la eclosión del coronavirus de Wuhan y refleja que frágiles somos como especie, y que ahora más que nunca debemos entender que nuestro destino es compartido. No es seguro o certero cual es el futuro que se precipita sobre la humanidad, y en el planeta hiperconectado nos llega instantáneamente información que a veces produce vértigo y pánico. Pero nuestra resiliencia y la tenacidad de las estructuras materiales y simbólicas le han dicho a la historia que hay esperanza, por más que no podamos proyectar una luz clara sobre el porvenir, que debemos adaptarnos al cambio como única constante y que en estos tiempos convulsos sabremos navegar en esta aguas inciertas.
Arquitecto, Esp. Planificación Urbana y Regional, MG GESTIÓN URBANA.
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