El Norte de Santander no pasa por su mejor momento. La inseguridad ciudadana crece, la situación de orden público empeora, la inversión nacional disminuye en forma dramática, el deterioro social es delicado por el hambre que afecta a miles de hogares, la economía se encuentra estancada, el desempleo y la informalidad no ceden. Los 4 años de los mandatos que culminan son decepcionantes y se vieron afectados, además, por la pandemia y el estallido social. No hay avances en ninguno de los frentes importantes para el desarrollo regional. El departamento y su capital, Cúcuta, perdieron todo protagonismo en el orden nacional. En el gobierno de Duque no se hizo nada y la región no tuvo ninguna representación en el nivel central, a pesar de que fue contundente su victoria en esta tierra. Ahora con Petro, que perdió por paliza acá, tampoco contamos con voceros de peso ante el gobierno. No se siente la voz del Norte de Santander en el concierto nacional y cada vez estamos más relegados.
Con ese escenario se aproximan unas nuevas elecciones regionales en las que abundan los candidatos y son escasas las propuestas. La crisis de liderazgo del departamento es dramática cuando se comparan las campañas con las de otras regiones, de similar tamaño y grado de desarrollo. Aquí el proceso electoral se reduce a la mecánica de sumar apoyos políticos y no hay voluntad de renovar liderazgos o proponer alternativas a los graves problemas que viven los nortesantandereanos. La pobreza de las propuestas y de los debates de los candidatos es evidente y lo peor es que eso no interesa a la mayoría de los habitantes que parecen resignados, sin esperanza, sin ánimo para dar ninguna batalla, para rebelarse y expresar su inconformismo frente a la realidad actual. Hasta el momento la opinión ciudadana se encuentra anestesiada.
Es una lástima este panorama. Aún no comprendemos que nuestro destino no depende de quién sea el Presidente de la República. Los colombianos siempre caemos en una polarización absurda e inconveniente alrededor de la política nacional. Se cancelan amistades y las familias pelean por Samper o Pastrana, Uribe o Santos, Petro o Duque, sin que entendamos que la elección de uno u otro en poco cambia la vida de las comunidades. Lo que sí puede modificar esa realidad local es la elección de un buen o mal gobernador o alcalde. Son los gobernantes territoriales los que pueden transformar de manera positiva la vida de su gente si lo hacen bien, o causar enorme perjuicio si resultan mandatarios ineficientes o corruptos. Por ello, es lamentable el desinterés, la desidia de los ciudadanos ante las elecciones territoriales que son las más importantes para la vida de la gente.
El cambio del que tanto se habla en los últimos tiempos no se producirá si las realidades regionales siguen igual.Hasta el momento en el Norte de Santander,a diferencia de otras regiones de Colombia,no hay indicios de propuestas novedosas y audaces. Por el contrario,se percibe una opinión pública anquilosada,resignada a su suerte. No hay un solo proyecto regional nuevo en los últimos 5 años y eso no parece importar a nadie. En los dos mandatos de Santos se puso en marcha el nuevo aeropuerto,la doble calzada a Pamplona,el acueducto metropolitano,por solo citar los más destacados.Todo ese esfuerzo se frenó con Duque.El acueducto está listo y no hay forma de llegar a acuerdos para su manejo y las relaciones con Venezuela se restablecieron hace un año y no existe una sola acción de las autoridades regionales para capitalizar las oportunidades que se abrieron.
Ojalá en los dos meses que faltan la ciudadanía comprenda la importancia de estas elecciones y exija de los candidatos mucho más de lo que han mostrado. No podemos quedarnos en este escenario de pobreza en el debate,resignados a escoger al menos malo como afirman muchos. Hay tiempo aún para que se sacudan quienes aspiran a dirigir los destinos del Norte y de Cúcuta. Hasta ahora,con pocas y tímidas excepciones,la campaña deprime.
