Produce inmenso regocijo encontrar en las vitrinas de las librerías bogotanas las Memorias del abogado constitucionalista Jaime Castro, tituladas propiamente “Manojo de recuerdos. Memoria viva de una ciudad y un país”.
Muchos son los abogados rosaristas que se destacaron en la jurisprudencia y la política en el siglo XX y lo corrido del XXI: Darío Echandía Olaya, Alfonso López Michelsen, Marco Gerardo Monroy Cabra, Álvaro Tafur Galvis, Diego Uribe Vargas, Antonio Rocha Alvira, Vladimiro Naranjo Mesa, Alejandro Martínez Caballero, entre otros. Pero, en la primera parte del siglo XX, de esa pléyade de juristas le correspondió al abogado Darío Echandía ser el protagonista de la vida política del país, toda vez que le correspondió presidir las tres ramas del poder público y destacarse en todas.
Y cuando la existencia física del doctor Echandía empezó a marchitarse ya era protagonista de la vida pública el doctor Jaime Castro, a quien recuerdo como ministro de Justicia, de Gobierno (Interior), Alcalde Mayor de Bogotá y miembro de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991. Por todos esos destinos ha transitado el doctor Jaime Castro y de todos ha salido inmaculado, al igual que el doctor Darío Echandía, de quien dijo el presidente Carlos Lleras Restrepo que había tenido “una vida de santo”.
Lo único que se les puede reprochar a los dos constitucionalistas es que no dejaron obra en su especialidad. Toda una vida en la cátedra de derecho constitucional y no tuvieron esa iniciativa. O mejor, dejaron obra dispersa. De Darío Echandía se pueden rescatar sus providencias como magistrado de la Corte Suprema de Justicia. De Jaime Castro, que estudió en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración de Francia -ENA- que, como él mismo lo dice, “es tan importante como Harvard o Princeton en Estados Unidos”, donde estudiaron Valéry Giscard d’Estaing, Jacques Chirac, Lionel Jospin, François Hollande y Emmanuel Macron, entre otros, podemos leer algunas obras de circulación restringida: Hacia la democracia local, Tres años de soledad, Del Palacio de Justicia a la Casa de Nariño, Palacio de Justicia: ni golpe de Estado ni vacío de poder, Un nuevo régimen departamental y local, Elección popular de alcaldes, La cuestión territorial, Descentralizar para pacificar y Juicio a la reelección, entre otros.
No debemos olvidar sus célebres decretos de 1968: el 1050 para la reorganización y funcionamiento de la administración nacional, y el 3130 que es el estatuto orgánico de las entidades descentralizadas del orden nacional. Los abogados administrativistas saben la trascendencia de estos dos decretos que estuvieron vigentes por 30 años. En otras palabras: durante la administración de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) Jaime Vidal Perdomo se encargó de la reforma constitucional y Jaime Castro se encargó de la reforma administrativa. Al comentar este trasegar dice Jaime Castro: “La experiencia que había adquirido en pocos años no tenía precio. Es ella el secreto del saber político y lo más valioso para mí desde entonces”.
Muchas cosas nos recuerda Jaime Castro en estas Memorias, pero voy a citar esta: la pieza maestra de la descentralización fue la elección por voto popular de alcaldes, porque cambió el mapa político del país y creó las condiciones para que aparecieran los alcaldes cívicos, independientes o rebeldes. Ganaron con el discurso anticorrupción y antipolítica. Pero en el ejercicio de sus responsabilidades, fueron inferiores a los compromisos adquiridos. De todas maneras, la vida de Jaime Castro Castro, que tal es su gracia completa, fue la cátedra universitaria y el desvelo por la descentralización y democratización. Y cumplió.
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