Las olimpiadas son como un bálsamo para la humanidad por su universalidad, porque es una oportunidad de encuentro de todas las culturas,un encuentro de diversas razas, es como si desaparecieran al menos por unos días los odios y diferencias que en otros lugares y circunstancias se vuelven en guerras. Las imágenes del viernes pasado de la inauguración en París fueron maravillosas, majestuosas. En ocho actos le hicieron un homenaje a la historia de Francia y el mundo, a su literatura, a los museos, a Napoleón, a Edith Piaf, a esa París surrealista y bohemia de la gran ciudad en la que por el Sena desfilaron todas las delegaciones mientras el mundo veía su arquitectura, la Bastilla, el Pont Neuf, Notre Dame, el vuelo sobre París con una imagen sobre el amor, quizás como lo imaginaba Emma Bovary en uno de los clásicos de la literatura gala.
Las olimpiadas son una posibilidad de desconectarse durante algunos días de la rutina del día, del trabajo, en ocasiones de su carácter alienante como lo decía Bukowski quien fue cartero en Estados Unidos; también de la política, que para algunos trae noticias buenas como en el caso de USA en donde ahora Kamala Harris es candidata, o nos ayudan para salir del hastío de estos días de leer un periódico en Colombia con todo lo que sucede en el gobierno “del cambio”. Las olimpiadas son relajantes, muestran la diversidad cultural, unen al mundo. Con las imágenes que vimos París era una fiesta como el libro de Ernest Hemingway.
Desde luego que alrededor de ellas han ocurrido muchas historias. En las de 1936 celebradas en Alemania en momentos de ascenso del fascismo, Hitler se salió del estadio cuando el atleta negro norteamericano Jesse Owens gana una prueba de atletismo a los alemanes – gran insulto para el Fhurer -, y para no darle la medalla, se va del estadio. En 1960 en Roma el atleta etíope Abebe Bikila gana descalzo la maratón batiendo record mundial. En 1972 se presentó un atentado terrorista en los juegos de Munich de un grupo palestino “Septiembre Negro” contra deportistas israelís que generó un conflicto internacional, y la primera ministra Golda Meir culpó a la organización de falta de garantías, y creó un grupo especial de inteligencia para matar a los terroristas.
En 1980 Rusia organiza las olimpiadas y como protesta a su invasión a Afganistán, 58 países no participan. Cuatro años después se celebran en USA, y como represalia al bloqueo de las anteriores, 14 países no participaron. En el terreno deportivo, en el año 2000, una atleta norteamericana, María Runyan, quien era ciega, participa en una prueba atlética y queda de octava. En Atenas 2004 en la maratón el atleta brasilero Vanderlei Lima iba de primero cuando es sorprendido por un aficionado irlandés que lo toma a la fuerza, le hace perder el impulso y queda de tercero.
Colombia ha ganado 34 medallas en toda su historia de participación en los olímpicos. Recuerdo la primera en los juegos de Munich con Helmut Bellingrodt que ganó bronce en la prueba de tiro. Nuestros boxeadores siempre han sido un ejemplo en ese esfuerzo de triunfar como lo recordaba el escritor Pedro Badrán con quien tuve oportunidad de compartir el viernes pasado la historia de algunos de esos deportistas, y de paso celebrar la traducción al alemán que le hacen de uno de sus libros. Aún recuerdo aquella medalla de plata de Rigoberto Urán en el ciclismo en los juegos de Londres, los saltos de Catherine Ibarguen, las medallas de oro de Mariana Pajón, y por que no, algunos triunfos cercanos como el del ecuatoriano Richard Carapaz en la ruta de Tokyo2020. Todo un espectáculo de coreografía y las hermosas imágenes de París de lejos. Como decía otro escritor, Enrique Vila Mata, París nunca termina.
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