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¿Madre sólo hay una?
No es tan cierto lo de madre sólo hay una. Y menos ahora, cuando un saludo común y corriente es decirle a toda mujer sea o no, conocida: “Hola, mamá”.
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Miércoles, 16 de Mayo de 2018

El cuento es viejo, pero sabroso. Les pone la maestra a sus alumnos un trabajo sobre la madre: poesía, crónica, cuento, lo que sea, pero debe terminar en la oración: “Madre sólo hay una”. El mejor será leído en el acto del Día de las madres y será premiado.

Todos se esfuerzan por hacer el mejor trabajo. El día señalado, cada uno sale a leer su composición y la maestra califica. Le toca de último a Jaimito, que lee:

“Estábamos en mi casa mi madre y yo, cuando llegan unos familiares a hacernos visita. Entran, saludan, se sientan, y mi mamá me ordena: Ve, Jaimito a la nevera y tráeles cervezas a los visitantes. Yo fui a la nevera, y regresé con la cara destemplada y le dije a mi mamá: “Madre, sólo hay una”.

Esto para decir que no es tan cierto lo de madre sólo hay una. Y menos ahora, cuando un saludo común y corriente es decirle a toda mujer sea o no, conocida: “Hola, mamá”.

Pero además, ¿dónde quedan las madrastras? Porque no todas son brujas y malas, que tratan de envenenar a sus hijastros. Hay madrastras, verdaderas mamás, que quieren por igual a sus hijos aunque no sean de sus entrañas.

¿Y las tías solteronas, que crían con amor y dedicación a sus sobrinos? Conozco tías que hacen suyo aquello de que “Al que Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos”, y los crían como hijos suyos. Son verdaderas mamás.

¿Y qué me dicen de las suegras? A pesar de la mala prensa que las suegras han tenido que soportar durante toda la vida, existen suegras querendonas, que se desviven por sus yernos, y que, en ocasiones, llegan a querer más a sus yernos, que las propias mujeres o novias o amantes.

¿Y cómo se les debe decir a aquellos papás que quedaron viudos o que la mujer se largó con otro, y a él le tocó hacerse cargo de sus pequeños hijos? No son acaso mamás? Hay papás de éstos, que no buscaron otra mujer por no desamparar a sus pequeños hijos, o por no “ponerles otra mamá”.

¿Y los que somos una madre? Ahí estamos, al pie del cañón, soportando las verdes y las maduras, precisamente porque  somos tan buenos, que somos una madre: No tomamos, no fumamos, no nos vamos de farra los fines de semana, no llegamos jinchos a la madrugada, es decir, todo para la casa.

¿Y la Virgen María, no es acaso nuestra Madre celestial? ¿No es a ella a quien acudimos cuando la situa se nos pone apretada? ¿Y acaso muchas veces no nos hace el milagrito?

¿Y la madre Laura, y las madres del convento? Y la madre patria y la madre de las uñas? ¿Y los ríos que se salen de madre, no es porque tienen madre? ¿Y el “eso es mucho  hijuemadre”? ¿Y “la madre pal que llegue de último”?

Como ven, las madres son muchas. Falso, pues, de toda falsedad, aquello de que madre sólo hay una. El problema consiste en que a todas no se les puede dar regalo el Día de la madre, es decir, el próximo domingo, estando como están las arcas vacías. A lo sumo, una rosa y un piquito.

Pero el que sí es mucho hijuemadre es aquél que dispuso que las elecciones presidenciales este año fueran el último domingo de mayo, sabiendo que en Norte de Santander ese es el día dedicado a las madres y a las mamacitas y a las mamasotas.

No se fijaron o no cayeron en cuenta o les importó un culantro. ¡La madre!  

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