Para bien o para mal, sobre todo para mal, ha hecho su aparición una nueva clase política, que acaba de alcanzar importante victoria: obtuvo la Casa Blanca, donde se decide el futuro no solamente de ese país, sino de todo el mundo, incluyéndonos a nosotros.
Aquí y en todo el mundo, se daba por descontada la victoria de una ex primera dama, pero se repitió aquello de que una cosa piensa el burro y otra el que lo está arriando. Se impuso el pensamiento del animalito y el mundo entero quedó temblando por la aparición de personaje que nunca había ocupado un puesto público y que quedó inmediatamente como jefe de un grupo que ha elegido a varios de los suyos en distintos países, entre ellos Colombia.
El grupo aún no ha sido bautizado, pero es evidente que gobernará al mundo en los años por venir cuando el hombre espera llegar a Marte, en su peregrinaje por el espacio, iniciado un 20 de julio con el descenso en la luna y que, como muchos aspiramos, algún día debe llevarnos hasta el confín de la vía láctea. Aunque eso es solo un sueño. Pase lo que pase, entre tanto debemos prepararnos para asistir a nuevo auge de una fuerza de todas las tendencias, que tienen característica especial, que las hace importantes: la agresividad.
Se acabó la época del guante blanco y volvió el guante de hierro. Los políticos que hablan suave entraron en época de decadencia y están llamados a desaparecer. Como hemos visto, lo importante es atacar sin piedad y decir todo tipo de groserías, inclusive criticar a las mujeres, a los negros y a los pobres. Y a los políticos que ofrecen la paz, en cambio de prometer la guerra.
La elección de Donald Trump no es cualquier cosa: ofreció construir un muro en la frontera con Méjico, se fue lanza en ristre contra los inmigrantes, entre ellos miles de colombianos, a los que culpó de toda clase de pecados, varios de ellos ciertos, y es posible que tome medidas peligrosas contra Cuba y Venezuela, además de Irak y de naciones árabes a las que acusa del terrorismo y de otros delitos muy graves. Adicionalmente, como lo demostró la caída de las bolsas de valores, es posible que origine política proteccionista que afecte los negocios internacionales. Entre los afectados, para que lo piensen los derechistas, estarán los textiles, las confecciones y el petróleo, además del café y el banano.
El panorama es oscuro y ojalá me equivoque, pero se abre paso nueva política económica, similar a la de épocas en que Estados Unidos apretaba a la América Latina. Pero lo peor es la posibilidad de que la derecha extrema se apodere de varios gobiernos, entre ellos el de Colombia. Podemos despedirnos de la política de paz y del acercamiento a los vecinos, bautizado castro-chavismo. Y alistarnos para una nueva seguridad democrática y el tercer gobierno de su jefe, quien logró un imposible: que los colombianos prefirieran la guerra en el plebiscito y convirtió a otro expresidente en su perrito faldero. Vivir para ver.