A mi me encanta leer a Morris West. He leído casi todas sus novelas. Un australiano, lasallista, católico librepensador y visionario, cuya imaginación en la política internacional de la iglesia se ha cumplido con mucha aproximación. Varias tareas de ciencia política les encomendé a los primíparos, en las lecturas relativas al poder del Vaticano, el Estado más pequeño del mundo y el más poderoso con sus casi 300 ejércitos imperiales regados e infiltrados por todo el planeta y sin representación ante las Naciones Unidas.
Estos días, cuando me enteré de los vetos, censuras y recriminaciones inconfesables contra los “amigos por la defensa del agua y del campo”, tomé de la biblioteca el texto inconcluso de Morris West: La última confesión, una biografía de Giordano Bruno, que por decir, sostener y defender verdades históricas, pero sobre todas las científicas fue juzgado por la Santa Inquisición y condenado a la hoguera. Todo el proceso lo dirigió Rómulo Belarmino, un jesuita que, sin quererlo, por su inteligencia fue arzobispo y cardenal, pero absolutamente equivocado, en su buena fe, defendiendo los anacronismos de la iglesia. Fue llamado el Martillo de los Herejes.
Y los herejes eran los que defendían sobre todo la verdad científica, como ahora lo hacen los “amigos del agua y del campo; que sostienen que la ley de la gravedad les puede calmar la sed a los estratos uno y dos con tarifas más económicas; que el ilegal “moto bombeo” de Ecopetrol y sus secuaces.
Secuaz, no se sientan ofendidos, al decir de la RAE: es todo aquel que sigue o defiende el interés de otra persona, en este caso, a los contratistas de Ecopetrol.
Belarmino quiso salvar a Bruno y le propuso 8 frases rectificadoras que no aceptó. Por último, le rogó: diga que esas verdades físicas son solo hipótesis. Y Bruno, necio a morir, no aceptó y lo quemaron con leña de la Toscana. Y la Tierra siguió girando alrededor del sol, y la santísima trinidad, y la rencarnación todavía se discuten. Belarmino dijo como el viceministro, esto está muy avanzado, nadie lo puede parar y lo quemó.
Tengo la seguridad que, por razones de Derechos Humanos, no van a quemar a los amigos del “agua y del campo”, pero sí que mientras haya pronunciamientos judiciales de las altas y las bajas cortes se quemarán unos $200.000 millones, que habría servido para imponer las leyes físicas, por las que quemaron a Bruno: La Ley de la Gravedad que da más agua y más barata.
Adenda: Arnulfo, horroroso su circo del separador de la avenida Los Libertadores. No se deje condecorar ni por el Concejo ni por la Asamblea.